La reforma eléctrica, que sustrae de las cuentas del sector de las empresas fabricantes de pasta, papel y cartón entre 150 a 160 millones de euros -casi la misma cifra de sus inversiones anuales-, reduce su capacidad para mantenerse competitivas frente a la competencia exterior. Este fue uno de los mensajes lanzados por el presidente de la esta asociación (Aspapel), Eduardo Querol, en la presentación de la memoria del sector.

Subrayó, como otros representantes de estas compañías, que no piden subvenciones ni ayudas, sino que se les devuelva a su marco anterior, en el que pudieron invertir, mientras que ahora, en alguna medida, viven de las mejoras implementadas en años anteriores. Una situación que abre incertidumbres de cara al futuro, tanto en el todavía débil mercado interno como las ventas en el exterior, que representan el 66% de la facturación total del sector.

Desde 1990 las exportaciones se papel se han multiplicado por seis y la de celulosa se han duplicado, en parte porque con la crisis se han enfocado hacia otros mercados, básicamente de la UE, pero también porque las inversiones que habían realizado han hecho competitivas estas compañías (la palabra competitividad fue la más repetida en esta presentación), una situación que ahora puede modificarse.

Casi todo arranca de los costes energéticos, que suponen casi el 30% de los totales, porcentaje en línea con otras industrias como la siderúrgica y la cementara. Para reducir su peso, las compañías papeleras, que son el mayor productor de energía renovable con biomasa, abordaron fuertes inversiones en centrales de cogeneración (1.200 millones de wuros), pero ahora las reglas del  juego se han modificado, y un 37% de estas plantas han estado paradas en los cuatro primeros meses del años «porque las cuentas no salen».