El solsticio de verano, siempre tan propicio a la fiesta, ha sido celebrado por el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, con un lanzamiento de cohetes ante la comisión correspondiente del Congreso. No sabemos si será la última comparecencia de su mandato porque aspira a la presidencia del Eurogrupo, pero vive Dios que satisfecho si estaba. Exhibió el cambio de ciclo hacia el crecimiento sostenible después de cinco años de crisis, como el primer motivo de satisfacción. Y lo atribuyó a las reformas del Gobierno para lograr una economía más flexible, de modo que si el conjunto de la UE no crece, España sí. “Con el segundo trimestre del año, llevamos ya cuatro en ascenso”, dijo. Hasta una institución tan escéptica como el FMI se ha visto obligada a revisar al alza cinco veces consecutivas las previsiones del crecimiento español.
Esta mejoría llevará al Gobierno a modificar el septiembre próximo el cuadro macroeconómico, de modo que el aumento del PIB este año se anotará 1,5 puntos y el que viene se cifrará en 2 puntos. Y lo mejor es que el desempleo ha bajado un 1%, según la EPA. Ya no se necesita crecer al 2% para crear empleo. Sorpréndanse propios extraños con la luminosa palmera pirotécnica: el consumo se recupera, la confianza se recupera, la inversión en equipo se recupera y crece por cinco trimestres consecutivos, el crédito al consumo, la vivienda, las pymes –el ICO dará 20.000 millones de euros este año–, se recupera. Y por si fuera poco, aunque los países emergentes entran en fase de desaceleración y los anglosajones crecen, nosotros, que no somos ni de los unos ni de los otros, seguiremos exportando al mismo ritmo que Alemania y vamos a mantener el superávit por cuenta corriente.
El ministro repasó otros asuntos de indudable interés como la reprivatización de Catalunya Banc, que se ha vendido (al BBVA) “a un precio positivo y sin ayudas”, dijo, aunque la diferencia entre el dinero que se le inyectó y el valor de la venta suponga una pérdida de 12.000 millones de euros para el Banco de España, o sea… Cierto es que la autoridad monetaria sigue repasando minuciosamente las operaciones crediticias de la entidad que presidió el exvicepresidente del Gobierno con Felipe González, Narcis Serra, “y las irregularidades se enviarán a la fiscalía”, prometió Guindos, aunque pocos, casi ninguno se crear que aquellos señores, y menos Rato, vaya ser ciertamente empapelado con el respaldo del PP.
En su triunfal exposición no olvidó Guindos algunas alusiones genéricas a las reformas y decretos que tiene en cartera: decreto sobre la normativa concursal para librar de la quema a las unidades productivas sin cargas y nueva ley de auditoría. También normas para que, en el futuro, los bancos hagan frente a sus crisis mediante el Fondo de Resolución. ¿Verdad que les suena? ¿No existía ese mecanismo, aunque se llamase Fondo de Garantía de Depósitos? Y para que la fiesta no decaiga, la famosa “bajada de impuestos” mediante una reforma fiscal que aprobará el próximo Consejo de Ministros y tratará mejor al ahorro, a las empresas y a los trabajadores. Es decir, a todo el mundo. Fíjense bien: entre la tarifa plana a la Seguridad Social y la reforma del IRPF, un trabajador que gane 25.000 euros brutos al año, disfrutará de una reducción del 30% de las cargas e impuestos. ¿No es para estar contentos?
Claro que frente a esa explosión de alegría, apareció el portavoz socialista Antonio Hurtado con un discurso compuesto con frases y datos a tamaño cartel sobre lo que les pasa a los españoles: que hay 622.000 parados más que hace dos años, que el empleo precario y a tiempo parcial ni nos saca de pobres ni nos permite llegar a fin de mes, que hay 150.000 hogares más que hace dos años en los que no entra un salario, que hay 500.000 contratos fijos menos, que la liquidez a las empresas ha caído en 213.000 millones de euros y que la deuda pública ha aumentado en 250.000 millones más. En resumen, toda la política de recortes y deuda pública ha ido a ayudar a la banca y, con excepción de los 23.000 millones para el pago de facturas de las administraciones locales y autonómicas –deuda financiera al 3% y a corto plazo–, no ha habido una sola medida de apoyo a la economía productiva.
Hurtado fue claro al afirmar que el salvamento de la banca, con unas pérdidas reales para el Estado que ya suman 49.000 millones de euros, no ha supuesto la devolución del dinero a los ahorradores a los que empaquetaron preferentes: de 9.700 millones, sólo han recuperado 3.200 millones. Quiere decirse que dos de cada tres euros siguen en poder de los bancos. Y fue contundente, este Hurtado con su pajarita al cuello, al exigir “la paralización de todas las ejecuciones hipotecarias”, la supresión de las “cláusulas suelo”, una “artimaña abusiva e ilegal” que incrementa entre 200 y 300 euros al mes las hipotecas. Reclamó asimismo la dación en pago y la movilización del parque de viviendas vacías mediante alquileres sociales. Pero en vez de eso, el Gobierno ha recurrido los preceptos sociales de la ley andaluza de la vivienda que permitía expropiar temporalmente a los bancos. En resumen, aunque Guindos tire cohetes, la gente sigue sin saber donde es la fiesta y quienes la celebran.
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