Hay patatas fritas y patatas fritas. Y luego están las patatas San Nicasio y si no nos cree, le recomendamos comprar una bolsa y comprobarlo. No sabemos si las casualidades existen o no, en todo caso, en la historia de esta pequeña empresa (5 empleados, 4 de ellos mujeres) todo es casi fruto del azar. Rafael del Rosal, el fundador, y su mujer, vivían en Barcelona. Ambos tenían trabajos fijos, pero, como Rafael confiesa, él se aburría: “Sabía lo que iba a hacer el mes que viene, y yo, cuando me aburro, doy miedo”, afirma. Así que, ni cortos ni perezosos, cambiaron la Ciudad Condal por Córdoba, de donde son originarios sus padres, y allí se fueron a montar una churrería. “Lo que pasa que trabajábamos por la mañana y luego teníamos todo el día ocioso”, dice. ¿Qué hacer con todas esas horas vacías?
Así que un día, paseando por un pueblo cercano, vieron un puesto ambulante de patatas fritas. ¿Y por qué no freímos patatas el resto del día? Ese fue el embrión de esta marca de patatas fritas gourmet que acumula premios: primero empezaron en la propia churrería y luego montaron una pequeña fábrica. Hoy, trabajan en una fábrica último modelo que se construyó en plena crisis, la estrenaron a finales del año pasado.
Y se preguntará, ¿qué hacen sus patatas diferentes de otras muchas del mercado? Pues algo tendrán cuando se han llevado medallas de oro en Monde Selection, premio Expoliva al mejor alimento elaborado con aceite de oliva, Gallo de oro en Francia, etc. “Utilizamos aceite de oliva virgen extra de las almazaras de la Subbética, patatas españolas y sal del Himalaya”, comenta del Rosal. Ni más ni menos, transparencia en sus proveedores y también en su proceso de fabricación: habitualmente, las marcas de patatas las fríen a temperaturas muy altas, lo que hace que el producto resultante sea menos sano (por una sustancia, la acrilamida, que se crea en los alimentos cocinados a altas temperaturas). Sin embargo, en esta fábrica cordobesa son defensores del slow food y también, de lo lento en el proceso de fabricación: “Las freímos con un aceite a unos 140 grados, quiero que mis patatas estén buenas y sean saludables”, comenta.
Del Rosal hace hincapié en dos palabras: virgen extra y comenta que la mayor parte de fabricantes de patatas no utilizan este aceite para freír. Por su fábrica pasan al año alrededor de un millón de kilos de patatas crudas, de la variedad agria que una empresa de Madrid selecciona para ellos. Y como toque exótico, sal rosa del Himalaya de un proveedor en exclusiva. Todo esto explica que la bolsa ronde los 3 euros y que pueda encontrarse básicamente en tiendas gourmet. La firma exporta un 65% de su producción a Japón, China, Alemania, Francia, Italia.¿Quién fue el primer cliente importante en confiar en ellos? “Un japonés que estaba en Córdoba y en un restaurante probó nuestras patatas y pidió visitar la fábrica. Nunca he ido a una feria, ha sido suerte y el boca a boca, nunca mejor dicho”, explica.
Y, ¿la crisis? “La hemos notado, como todos, quizás menos. Abrimos nuestra nueva fábrica en plena crisis y creo que hasta en eso hemos sido innovadores porque yo estaba cansado de peregrinar por bancos para conseguir la financiación para la construcción. Nadie me daba dinero. Al final me lo han prestado mis propios clientes, que confían en el producto. El 50% del préstamo viene de Japón”, afirma con orgullo. ¿Unas patatitas?
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