El G-20 analiza los nuevos desequilibrios mundiales

18/02/2011

Maite Vázquez del Río. La salida de la crisis ha puesto en ventaja a unos países (emergentes) sobre otros, aunque surgen nuevos problemas como el de la inflación.

Una nueva reunión del G-20 ha comenzado, en esta ocasión en Francia, tras la que tuvo lugar el pasado mes de noviembre en Seúl. Sin embargo, persiste la disparidad de opiniones, como a lo largo de todo 2010, sobre los pasos que se deben seguir a fin de que las diferencias entre unos países y otros se agudicen. La brecha abierta entre el despegue sin cuartal de los países emergentes nada tiene que ver con los países desarrollados entre los que existen grandes diferencias en la velocidad de recuperación y salida de la crisis. Como en otros encuentros al más alto nivel, el objetivo de esta nueva reunión será fijar las pautas económicas a seguir.

En este nuevo reencuentro de los máximos responsables económicos del planeta ya no está por medio la guerra de divisas, sino los desequilibrios económicos entre unos y otros. Y no parece que se vayan a poner de acuerdo ante las diversas propuestas que han ido apareciendo y el conflicto de intereses que se produce, porque nadie va a ceder terreno ni a esperar a los más rezagados.

La ministra de Economía del país anfitrión, la francesa Christine Lagarde, se ha mostrado optimista sobre la posibilidad de llegar a acuerdos, gracias a que además de los ministros de Economía de los países más desarrollados se cuenta con la presencia de los máximos responsables de los 25 principales bancos centrales, incluido el español. No hay que olvidar que el origen de esta crisis fue financiera.

No obstante, el optimismo de Lagarde contrasta con la incredulidad de muchos de los asistentes a la vista de lo sucedido en anteriores reuniones del G-20, quienes acuden con la certidumbre de que todo lo que se hable se dilatará en el tiempo, porque todavía se continúa en los preliminares de análisis y diagnósticos y comparaciones de los principales indicadores. Es tal la diferencia entre unos y otros que será difícil que se puedan coordinar medidas a seguir.

La importancia del G-20 cuando estalló la crisis, el foro donde todos los países querían estar, se ha ido diluyendo en el tiempo. Se esperaba mucho y de aquellas primeras indicaciones algo se ha ido avanzando, sobre todo en la petición de un mayor control del riesgo. Más que evitar problemas futuros se han dado recetas para evitar que lo sucedido en esta última crisis se vuelva a reproducir. Y lo que sí ha quedado claro es que cada país se ha preocupado de solucionar sus propios problemas y de no buscar soluciones comunes a problemas que podía compartir con otros.

Sólo cuando la realidad de un país podía “salpicar” se ha arrimado el hombro. Esto, al menos, es lo que está sucediendo en la Unión Europea, y más en concreto entre los países de la eurozona. La canciller alemana, Angela Merkel, con su economía en pleno florecimiento y los datos del paro mas reducidos de su historia, primero se mostró ajena y poco participativa en las medidas que proponía el Banco Central Europeo (BCE) para crear un fondo de reserva. Cuando los rescates de Grecia e Irlanda se produjeron, las alarmas saltaron entre los países del euro, incluido Alemania, porque el ataque no era a los países periféricos, sino al euro. Y tuvo que cambiar su actitud, porque la moneda única necesita ganarse de nuevo la confianza de los mercados. Y el euro no solo circula en Grecia, Irlanda, Portugal o España sino también en Alemania y Francia, los países que son la avanzadilla de la recuperación.

Comercio mundial

El G-20 deberá analizar en este encuentro como se encuentran las diferencias del comercio mundial. Con China situada en un cómodo segundo puesto como economía más poderosa, por detrás de Estados Unidos, todavía espera poder devaluar su moneda para ser más competitivo, aunque poner en desventaja al resto de los países no parece que sea la mejor solución en estos momentos. Lagarde ya ha reflexionado ante los medios de comunicación sobre esta problema, asegurando que mientras China “ahorra y exporta” a Europa, el Viejo Continente consume y crece lentamente. Y Estados Unidos también consumo, y el dinero que necesita lo pide prestado. Así las cosas, la ministra francesa dijo que se deberá reflexionar sobre “si podemos seguir así”, para lo que su país va a proponer analizar los datos sobre superávit, endeudamiento, morosidad.

Una de las posibles soluciones sería poner un límite a los desequilibrios por cuenta corriente, a través de un porcentaje sobre el PIB, pero no parece que países como China y otros emergentes con crecimientos espectaculares de sus exportaciones vayan a ceder. En algunos países se llegó , incluso, a proponer que ese porcentaje del PIB fuera del 4%, algo que tampoco Alemania contempla dado que es el mayor exportador de Europa.

Asimismo, otro de los problemas a analizar será la subida de los precios de los alimentos. La inflación en todos los países emergentes es ahora su principal motivo de preocupación y el origen se encuentra precisamente en los alimentos, casualmente lo mismo que ocurrió al principio de la crisis en 2007, con un precio del petróleo por encima de los 150 dólares el barril y los principales alimentos, como el trigo u otras materias primas, batiendo de récord en los mercados internacionales.

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