La moda ya no está de moda, amigos. Si acaso, podemos hablar de corrientes. En el nuevo milenio, el profesional necesita una creatividad instantánea, ser el motor de una actitud más tangible, segura y apetecible. Ha de adaptarse a la inmediatez, porque la misma persona requiere o busca un look distinto de un día para otro. Estamos en una época de luz cambiante, de transición de civilización conocida a mutación desconocida.

Vivimos un caos de tendencias y del ‘todo vale’ en el que hay que reconstruir conceptos, ideas, dejando en la cuneta intrigas marketingnianas y estéticas corrompidas. Conviven esta temporada estilos románticos, rockeros, hippies, clásicos, punks… que se integran. Y sirven todas las todas las tendencias, desde los años 20 a los 90. Eso sí, los 60 son la tendencia más anclada.

Me he convertido en la transición del siglo pasado al XXI, en un observador activo. En estos años he visto pasar y contemplado explosiones de propuestas y tendencias artificiosas en un mundo que busca, como yo, su libertad pero que a la vez está condicionado por el marketing, la publicidad y sobre todo, la información y la ‘sobreinformación’. Difícil contradicción. Estamos saturados.

Nada ha cambiado y, fiel como siempre a mí mismo, seguiré luchando por la independencia de la mujer de la peluquería y de la belleza. Háztelo tú mismo, será la consigna del futuro.

UN OTOÑO ECLÉCTICO

Otoño ecléctico donde todo vale, pero en versión remodernizada o reactualizada: pixies, Bobs, ondas, flequillos largos, las trenzas, melenas muy rectas, los mil y un moños, los recogidos ‘flou’ o muy tirantes, los rubios platinos y castaños con rayos de luz. Extremos y contradicciones; no es lo mismo un Bob de los años 20 que el de 2014.

Flequillo anchos y largos. Para melenas largas o al hombro, rectos o en diagonal. Mejor si tienes una frente ancha y la cara alargada. Me encantan aquellos flequillos largos de Françoise Hardy y de Jane Birkin que vimos en los desfiles de Pucci o Ralph Lauren.

Corte ‘Bob’ en pelos muy lisos. Raya en medio o a un lado que da un aire ingenuo y de francesita. Peor si no tienes el cuello largo.

 

Trenzas anchas, finitas, despeinadas. Las prefiero informales, sobre la espalda que laterales o cruzando y adornando los moños, efecto cursi y artificial por mucho que esté a la última.

Moños de bailarina muy bajos, trenzados y tirantes. A mí me gustan más los que se hacen con mechones ‘retorcidos’ y no tan pegados a la nuca y los que no llamen mucho la atención como los altos moños italianos.

Más colas de caballo en todos sus formatos. Kenzo o Balmain las convierten en obras de arte en sus últimos desfiles. Cuanto más naturales mejor ,aún cuando busques que busques un efecto sofisticado para una boda o fiesta.