El modo en que interpretamos las imágenes determina la intención e identidad que de ellas deriva en juicio. La hegemónica tradición de los tratamientos, ademanes, escenas y, a veces indeterminación de los asuntos, nos subyugan hacia unos referentes que pronto nos hace inclinaros hacia una especie perversión donde ubicamos lo banal, la hondura, el compromiso o la provocación. No hay, a priori, una ortodoxia para ello y sin embargo -sin dudar-  situamos en cada lugar de los rangos de apreciación.  En sí, nos dejamos afectar en la aceptación de manera que, gregarismos aparte, en el reconocimiento de tales cuestiones podamos reconocernos nosotros mismos como elementos decisivos en el establecimiento de dominios, a la manera de pensamientos estéticos que conforman la supremacía de cada momento

La muestra que desde el pasado 25 de septiembre presenta Juan Antonio Tinte, se articula en torno a la figura de la Señorita Pinckelton, metáfora y personificación de circunstancias en las que viene trabajando desde hace años el autor madrileño, que ahora se presenta con un extraordinario conjunto de piezas.

Siete años ya desde su última presentación en la capital, durante este tiempo la obra de Juan Antonio Tinte ha podido verse en las diferentes muestras individuales realizadas en Shanghai en torno a la obra literaria El sueño del Pabellón Rojo, así como en ferias internacionales como Tiaf de Toronto o Art Chengdu y seleccionado para representar el arte español tanto en Mónaco como durante la celebración del año de España en China,  además de haber sido galardonado en numerosos certámenes nacionales.

Tinte, Profesor de la Universidad Complutense, es buen conocedor de los procedimientos pictóricos; de ahí que presente ahora  una muestra que viene a señalarse como una reivindicación de la pintura y las posibilidades narrativas desde la perspectiva contemporánea. De esta manera, el autor se centra en dos universos a partir de los cuales, desde un particular sentido de la figuración, vertebra todo un panorama de elaboración redundando en el sentido del rudimento pictórico.

Y es que Juan Antonio Tinte señala este aspecto en cada una de las obras que se mantienen diferenciadas en dos ejes de argumentación y dicción en el método. Sin renunciar a la pintura como disciplina Tinte nos interna, una vez más, en esa especie de universo hermético que, sin embargo, queda expuesto sin intervalos de agrupaciones irresolubles. Y lo hace ofreciendo unos mismos postulados desde lugares distintos de percepción.

De ahí que una especie de dualidad parezca haberse instalado como arquitectura de emancipación entre dos rangos de localización estética sin dejar de ser la misma cosa. El argumento, se antoja premonitorio – como si algo nos estuviera siendo anunciado- al establecer una línea que parece dividir de manera rotunda las dos orillas en las que ahora se deja ver el autor madrileño. De ahí que,  con toda firmeza, quede de manifiesto un proceso narrativo donde se cuestiona la validez de la imagen estética como argumento de acidez implícita en la amabilidad iconográfica.

Un juego en el que el artista se ha desenvuelto desde la solvencia de los procesos que maneja y una ironía que denota su ideario de pensamiento previo a la especulación. De alguna manera, es así cómo nos ofrece esta visión entre el culto y la veleidad, entre lo aparentemente sacro y lo profano hasta adentrarnos en una especie de duda y escenario donde las apariencias son un eje que determina nuestra apreciación.

En efecto, bajo este prisma Juan Antonio Tinte, doctor en Bellas Artes y licenciado en Historia, maneja los lugares de su pintura saliéndose de esa especie de sistema amniótico en donde se cobijan las evidencias y cualquier previsión de crítica pactada en contenidos.

La muestra que presenta, siguiendo este universo de relación entre aquello que percibimos y lo que se nos manifiesta, vadea entre una especie de ascesis y la ironía, entre la gravedad y la coquetería, entre la liturgia y la frivolidad. Realidades estas que denominamos y juzgamos a través de aquello que forma parte del ideario colectivo; de las apariencias en donde situamos la opinión, el desdén o el enaltecimiento.  Para ello, Juan Antonio Tinte se ha valido de imágenes que, a priori, pudieran llevarnos a establecer una relación léxica y testimonial donde lo trascedente se deja ver en ademanes y soportes para, en otras piezas ofrecer ese giro necesario de controversia hacia una aparente frivolidad como fórmula. Pero nada es lo que parece, en todos los casos el argumentario es el mismo. La delicadeza del tratamiento que el artista pone sobre cada una de sus creaciones le sitúa como un autor que conoce sin duda el medio y sus derivadas, dejando que, en la lectura pormenorizada de sus obras,  la imagen sea quien establezca las claves de su discurso. Un discurso cargado de connotaciones y encanto visual que el observador deberá resolver abriendo cuestiones. Preguntas  a través de las que Juan Antonio Tinte da un paso más allá en la relación de establecer cometidos a lo prejuzgado. Y es que si bien durante largo tiempo Tinte pobló sus pintura de personaje solitarios y atuendo para ritos desconocidos en una suerte de abstracción que pronto quedaban identificados como anatomías de quietud infinita, este aspecto se mantiene y ve alterado en esta nueva muestra con piezas que se han acercado del todo a un tratamiento figurativo desde el que plantea las mismas cuestiones. Sus piezas esta vez se rodean de un particular ambiente donde la mujer protagoniza su universo. Una mujer de atuendo contemporáneo a la que inmiscuye en aquellos lugares donde la reflexión es quietud de sorpresa sin aspavientos y la aparente frivolidad un modo de fortalecerse y trazar la línea divisoria entre la apariencia y lo real.

 Lugar: ART4+. C/Argensola, 22. 2º Dcha. Madrid

Horario: de 11:00 AM  a 14:00 y de 17:00 a 20:00