Cuando queda una semana para que se celebre en Viena la cumbre de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la cotización del crudo Brent (referente en Europa) y del West Texas (de Estados Unidos) se asoman a los 75 y 70 dólares el barril, respectivamente. El Brent llegó a caer hasta los 76 dólares el pasado viernes, el precio más bajo en cuatro años.
Una trayectoria -el petróleo del Mar del Norte ha bajado un 30% en cinco meses- que se intenta controlar con un acercamiento de estrategias entre los países miembros del cartel y otros que no pertenecen a la organización, como es Rusia, el actor más relevante de ese colectivo.
Hasta ahora las decisiones han sido lentas o contradictorias, a la espera que la llegada del invierno al hemisferio norte sirviese de impulso al consumo y, por tanto, redujese a los stocks. Pero, de momento, no está despejado el camino para el conjunto de países productores, por lo que desde Venezuela y Rusia (uno miembro y otro no de la OPEP) se intenta que la reunión de la organización sirva para reconducir la política de Arabia Saudí, el miembro más poderoso de la OPEP y el mayor exportador de crudo del mundo.
Las decisiones de Arabia son clave en las resoluciones de la OPEP y para que éstas se cumplan o no se cumplan. Si los saudíes no recortan la producción, los otros miembros no lo harán, como es el caso de Irán. Los saudíes tienen además otra teoría: es mejor mantener los precios bajos para expulsar del mercado algunas de las nuevas tecnologías que compiten con las exploraciones y producciones tradicionales.
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