Fotogramas de Amparo Muñoz

02/03/2011

diarioabierto.es.

Era la promesa del carmín, el sueño dibujado de una España revestida de cándida belleza. Era una hermosura todavía muy niña, una mujer-ángel sostenida por un genio interior. Amparo Muñoz tenía –tuvo- muchísimo genio, tanto como para mandar a freír espárragos, como se decía entonces, a la organización del certamen de Miss Universo. Ya lo había ganado y sin embargo supo liberarse de su cerco, de esa esclavitud con un resto azulado de una trata de blancas prestigiada. Luego, se atrevió también con las películas que eran marca y sello de una época: era el destape y ella era muy guapa, justo en la época en el que sólo hacía falta desnudarse para tener papeles como actriz. La sorpresa, claro, vino luego, cuando algunos se dieron cuenta de que Amparo Muñoz, además de una mujer extraordinariamente bonita, tenía trazas de verdadera actriz, con una gran presencia natural liberada de cualquier Actors Studio.

Salió de Málaga siendo una muchacha, cuando las adolescentes lo eran de verdad, con su calor de casa envuelto en la maleta y un pasaje frío hacia Madrid. Fue de pronto reina de la noche y vivió sus días de esplendor en la hierba: sin embargo, toda fiesta tiene su reverso. En cualquier celebración siempre hay quien acierta a marcharse antes de tiempo –esto es, a tiempo-; pero Amparo no supo, se bebió la vida a grandes tragos, se dejó triturar por la marea más fuerte que ella misma y así vivió su propia oscuridad para salir después, tras ver el túnel. Si en su primera época su mayor logro cinematográfico fue Mamá cumple cien años, de Carlos Saura, fue Familia, de Fernando León, la película que nos recordó que Amparo seguía viva, y que finalmente era la actriz enorme que unos pocos habían adivinado en sus matices. Antes la había rescatado Paul Naschy para Licántropo, en lo que quizá fue una recuperación recíproca.

Empezaban los 90. Se adivinaba una tregua para Amparo Muñoz, convaleciente de sus sombras funestas, ahora respetada por la crítica que antes le había negado su talento actoral. Sin embargo, como ella misma dijo, tuvo que pagar demasiado alto todas las fracturas de su vida, y entonces le sobrevino una enfermedad contra la que no ha dejado de luchar hasta el último instante. Amparo Muñoz era la generosidad y una simpatía carismática, y nos deja el relato fabuloso de lo que pudo haber sido.

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