Parece que en 2011 los mercados no terminan de encontrar la estabilidad. Si en 2010 algunos de los principales problemas los encontrábamos en el temor a una recaída de la economía, las incertidumbres sobre las nuevas regulaciones en el sistema financiero, los problemas financieros de algunos países de la Eurozona o la volatilidad en el mercado de divisas, 2011 se ha estrenado con nuevas dudas, sin que algunas de las anteriores haya terminado de resolverse definitivamente.
En el año actual, aparte de las tensiones geopolíticas, un viejo enemigo parece amenazar con aparecer de nuevo en la escena macroeconómica: la inflación. En la última reunión del BCE, Trichet quiso tranquilizar al mercado señalando que la temida inflación sigue estando relativamente controlada, pero no se olvidó de recordar que el riesgo sigue ahí, alimentado por el alto precio de las materias primas. En Reino Unido, ya son siete meses consecutivos de subida de la inflación, por lo que el tema va cobrando cada vez más importancia. Y eso por no hablar de algunas regiones emergentes, como China, que llevan ya unos meses introduciendo medidas para enfriar su crecimiento económico.
¿Qué puede suponer este incremento de la inflación? Inmediatamente deducimos dos consecuencias lógicas, que serían el fin de las políticas de expansión monetaria y un incremento en la posibilidad de subidas de los tipos de interés. Y en el fondo esto no sería malo, ya que en cierto modo reforzaría la idea de que la crisis ya ha tocado a su fin, y que los países están preparados para volver a caminar por su propio pie. El principal problema es que esta afirmación es correcta… pero no para todos. Otra de las características de la actual situación es la divergencia existente en la forma y momento de salida de la crisis de los distintos países. Mientras que en algunos las cosas marchan sobre ruedas, nos encontramos otras naciones rezagadas, y por desgracia, España figura entre éstas últimas. Una posible subida de los tipos de interés separaría aún más la brecha entre los primeros de la clase y los “farolillos rojos”, y complicaría la situación para aquellos países que ya de por sí lo tienen más complicado. Por eso solo podemos desear que esa visita de la inflación se demore en el tiempo, ya que aún no estamos preparados para plantarle cara.
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