La mirada asombrada del que ama

26/12/2014

Miguel Ángel Valero. Rodolfo Serrano canta, en “Los cuerpos lejanos”, a un mundo que “era tan nuevo que el verbo no existía”.

Desde mayo de 2010, con “La blancura de la ballena” (publicada, como “Especial para cócteles”, de 1998, y “Al oeste hay apaches”, de 2008, por ExLibris Ediciones), no había vuelto Rodolfo Serrano a hacernos disfrutar, también a inquietar, con sus poemas. De él, y de “Los cuerpos lejanos” (Alsari, 126 páginas, con un prólogo de Patxi Andion y un epílogo de Paris Joel), se puede decir lo que afirma la poesía sobre los cantautores (página 76): “Has cantado mi alma en tus canciones”.

Canta Rodolfo “con la mirada asombrada del que ama”, y perfectamente consciente de que sus versos son “mensajes en la arena”, Habla de verdades inmutables como la tristeza, el dolor, la soledad, el olvido, los miedos, la esperanza perdida, la nostalgia, el corazón abandonado.

“Teme tanto al olvido como al recuerdo”, pero, como describe Andion en el prólogo, Serrano “acaricia la palabra buscando el consuelo”, quizás tratando de hallar “aquel futuro que tenía en el pasado”. En cualquier caso, sus poemas hacen evidente que “conoce el mecanismo del recuerdo y sus argucias”.

Ninguno de sus versos tiene desperdicio, aunque son poemas que dejan un poso de desasosiego, como resalta Paris Joel en el epílogo. Sobre todos ellos, llama la atención, por su originalidad,  “Canción de amor” (página 100)

Aunque denuncia que “los tiempos no están hoy para poemas de amor” Rodolfo Serrano canta a la pasión: “el cielo protector cuanto tú estabas”, “tu cuerpo me convirtió en el hombre más afortunado de la historia”, “cuando eran mis labios los que abrían cada noche el mar entre tus piernas”, “cuando fuimos eternos en los años de gloria”. Para proclamar que “el mundo era tan nuevo que el verbo no existía”. Y que “la eternidad debe ser estos instantes de silencio que puede devorarse”.

Pero también tiene claro que “no hay amor capaz de derrotar el tiempo ido”, que “no hay recuerdos que salven el futuro”, ni siquiera “el recuerdo lejano de un instante” ni los que “dejaron nombres en cada oscuro rincón de la memoria”. Hasta el punto de afirmar que “el olvido es la única promesa que respetan el tiempo y los amantes”, “tal vez, la única cura”. “El recuerdo sólo tiene el olor de las cosas que perdimos”, canta Rodolfo Serrano. “El recuerdo como un beso muy dulce rozándonos la piel como agua bendita”, insiste

“Esperar es dormir sin sueño ni relojes”, dice uno de sus poemas. “Esa absurda esperanza de creernos eternos este amor y estos abrazos”, proclama otro.

“El futuro es un árbol sin pájaros”. “Vivir es saber que el beso es frágil”. “La pasión infinita no era nada”. Son versos que parecen invitar a tirar la toalla. Por eso, desasosiegan. Porque obligan a despertarse.

Ya que “vendrá el presente a verte con hambre de futuro”. Y te obligará a luchar por un  mundo en el que “será obligatorio escribir poesías”.

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