Día de la Mujer Trabajadora

07/03/2011

diarioabierto.es.

¿Para qué celebrar, aún, el Día de la Mujer Trabajadora? Mucha gente se lo sigue preguntando, lo que ya de por sí denota su necesidad. Sé que sólo es una jornada, sé que sólo es una cita marcada sobre los calendarios; pero también la vida diaria, que se va nutriendo de horas muy concretas y pormenorizadas, necesita sus símbolos. El Día de la Mujer Trabajadora es un símbolo alzado, una memoria. En primer lugar, ni todas las conquistas, ni todos los amparos, ni todas las equiparaciones –nunca de naturalezas, sino de derechos- se han llevado a la práctica. No sólo en España: en la realidad global, que a todos nos atañe –o si no para qué queremos Internet-, la igualdad de derechos entre las mujeres y los hombres, no sólo en el espectro laboral, está muy lejos de haberse conseguido. Que en los países con desarrollo democrático se siga celebrando la cita, y se pronuncien todos estos discursos una vez al año, y se anuncien todavía más políticas de igualdad, por más que suene repetido, nunca será suficiente.

Sobre todo, teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad que todavía convive extraña, dolorosamente, con varias decenas de asesinatos de mujeres, casi siempre en clave de discriminación física sobre una anulación de derechos y libertades íntimas –tú, mujer, me dejas y te vas, ergo yo, que soy hombre y más fuerte físicamente, te golpeo hasta matarte o te acuchillo, abusando de esa superioridad y anulando violentamente tus derechos-, reivindicar el modelo de la Mujer Trabajadora, ya sea fuera o dentro de casa, es una necesidad moral. Todavía convivimos con una realidad –eso sí, cada vez más cambiante, en la que el hombre, sobre todo ante la realidad del paro, se ha incorporado a las tareas domésticas- en la que muchas mujeres trabajan en el mantenimiento de sus casas, y por eso al hablar de Mujer Trabajadora no podemos pensar únicamente en las profesionales, sino también en esa multitud de mujeres silentes que mantienen vivos los hogares, porque esto también es un trabajo que requiere su reconocimiento social.

No comparto el criterio de discriminación positiva, ni las cuotas, que hacen flaco favor a las mujeres verdaderamente cualificadas, que prefieren, en su mayoría, ocupar sus destinos por su capacidad acreditada, y no por una condición femenil. La realidad poliédrica nos exige una respuesta múltiple: todavía podemos mejorarla, hasta que no sea preciso recordarlo.

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