La evolución del paro registrado en los dos primeros meses del año, periodo del que se tienen datos, ha levantado algunas alarmas sobre la posibilidad de que se alcancen o no los objetivos fijados por el Gobierno para este año. Todo ello a pesar de que la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, ha señalado recientemente que se trata de una cuestión “bastante estacional” y que mantiene su previsión de que en el segundo semestre del año se creará empleo, aunque a tasas moderadas.
No opinan así algunos analistas para quienes los datos de febrero, continuación de los de enero, han defraudado ya que el desempleo creció bastante más de lo esperado, 68.000 personas, al tiempo que la afiliación a la Seguridad Social descendía en casi 15.000, cuando lo habitual es que aumente y no que caiga.
Puede tener razón la ministra si se tiene en cuenta que buena parte del paro aumentó en la agricultura y que ello obedecería a condiciones climatológicas pero el problema es que el paro también aumentó en el sector servicios, a pesar del tirón del turismo por la crisis árabe, porque donde se sigue destruyendo empleo a ritmos elevados es en el comercio (casi 18.000 parados más en el mes).
Lo que preocupa es que el aumento del paro, que parece reproducir lo ocurrido en 2008, puede acabar incidiendo negativamente en el crecimiento económico previsto para 2011. En efecto, aunque es bastante posible que el PIB registre niveles positivos de crecimiento en los próximos trimestres, es probable que se modifique la composición interna del crecimiento, cobrando más relevancia la aportación del sector exterior que la demanda interna. Y no hay que olvidar que el cuadro macroeconómico del Gobierno, con un 1,3% de crecimiento, descansa en buena medida en una recuperación del consumo privado a tasas superiores al 1% que puede resentirse ahora.
Porque lo evidente es que el consumo público no va a aportar décimas al crecimiento teniendo en cuenta que aún se prolonga el ajuste fiscal y que este año tiene que ser prácticamente tan duro como el año pasado por los compromisos adquiridos de reducción del déficit global y habida cuenta de las desviaciones que se registraron en las cuentas de las Comunidades Autónomas. Por eso el consumo privado es el que debería garantizar el aumento de la demanda interna.
De ahí que hace una semana el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, pidiera a los españoles que redujeran la parte de la renta disponible que destinan al ahorro y consumieran algo más.
La moderación salarial (en enero han crecido un 0,6%), el aumento del paro, la subida de los precios de los alimentos y los carburantes y la amenaza, muy cercana, de una subida de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo, algo que ya está anticipando el Euribor, son todos elementos que disminuyen la renta disponible de las familias y por lo tanto dificultan que aumente el consumo privado.
Solo una disminución de la tasa de ahorro, que ya descendió en 2010 respecto a 2009, podría liberar nuevos recursos destinados a aumentar la demanda interna. La confianza empresarial y la de los consumidores se mantienen ligeramente al alza y ese puede ser el síntoma de la recuperación.
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