La banca avisa: «la entrada de competidores tecnológicos complica la supervisión»

05/02/2015

Miguel Ángel Valero. El presidente de la AEB, José María Roldán, cree que el sector debe aprovechar el conocimiento de sus clientes para entrar en actividades no financieras. // La revolución digital y su potencial impacto sobre los modelos de negocio bancarios: algunas reflexiones iniciales. 

“No soy un gurú tecnológico”, avisa el presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), José María Roldán, a los asistentes a su conferencia en el IVIE de Valencia. Pero sus reflexiones sobre la “revolución digital”, ya de por sí interesantes por proceder de un exdirector general de Regulación del Banco de España, cobran más relevancia tras haber anunciado los dos grandes bancos, Santander y BBVA, planes para desarrollar estas actividades.

“Un error que se puede cometer fácilmente es pensar que este proceso puede ser controlado desde el lado de la oferta, de servicios financieros”, señala Roldán. “La realidad es que es el consumidor el que está estableciendo no sólo las pautas del cambio, sino su velocidad”, precisa. Por tanto, “no pretendamos imponer al consumidor cómo ha de realizar sus transacciones financieras”, sino que “pensemos en cómo responder a sus demandas cuando éstas se produzcan”.

“Habitualmente, pensamos que aquel que, ante un cambio tecnológico, es el primero que reacciona el que acaba ganando. El que da primero, da dos veces, dice el refrán. Pero la experiencia también nos recuerda que no basta con moverse el primero, sino que hay que reaccionar en el momento adecuado”, avisa el presidente de la AEB.

En este sentido, recuerda el fracaso de muchos bancos online, o los errores cometidos con el cierre de sucursales por parte de las entidades financieras españolas.

Roldán invita a la banca española a utilizar la información que tiene de sus clientes “para la detección de patrones de consumo, potencial o efectivo, que permitan adelantarse a las necesidades de éstos”, mejorando su oferta de servicios financieros (localización geográfica, ajustar los horarios comerciales, diversificar bienes y servicios, personalizar sus productos, entre otros).

“También podemos pensar en cómo utilizar esa ingente cantidad de información que manejan las entidades financieras para ayudar a sus clientes en la planificación del ahorro, de cara a la jubilación. Podemos pensar en una utilización de información financiero-fiscal que permita al cliente no sólo acometer a tiempo esa planificación, sino hacerlo con combinaciones de productos que optimicen los resultados en función de sus características personales. Además, podrían permitir adaptar la estrategia de ahorro a los cambios en las distintas regulaciones a lo largo del tiempo”, argumenta.

Riesgos regulatorios

“En una economía de mercado no existen barreras de entrada, y si un segmento del negocio bancario (por ejemplo, los pagos) es visto como rentable por algún operador tecnológico no bancario, es inevitable que se produzca una entrada de un nuevo proveedor”, admite el presidente de la AEB. Estos operadores, además, pueden atacar nichos concretos del negocio bancario, como servicios de pago, ahorro de jubilación, financiación al consumo, entre otros.

“El sistema financiero es terreno abonado a la innovación”, señala Roldán, que alerta sobre que “el riesgo tiende a localizarse en las áreas de menor presión regulatoria: huirá del sector con restricciones más fuertes y se acumulará allá donde las normas sean más laxas, incluso inexistentes”.

Por tanto, “la entrada de nuevos competidores tecnológicos en el ámbito financiero representará no pocos problemas para un sistema regulador y supervisor como el actual”.

Pero “si los operadores tecnológicos extienden su oferta a los servicios financieros, los bancos lo puedan hacer también hacia la provisión de servicios no estrictamente financieros, aprovechando precisamente su extensa base de clientes y el conocimiento que tienen de los mismos”, señala el presidente de la AEB.

“Esto es algo que, como el propio impacto de la revolución digital, presenta un calendario incierto, pero que no hay que descartar a medio plazo, en particular por la necesidad que tienen las entidades bancarias de mejorar sus actuales niveles de rentabilidad”, concluye José María Roldán.

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