La importancia de llamarse Albert

05/06/2015

Francisco Canós.

Siempre me han gustado los amigos que te ponen retos encima de la mesa. Cuanto más inocentes parecen más miedo me dan. Hay que dar importancia a tener amigos así. Hasta Albert…Einstein los tenía. Max Wertheimer era uno de ellos. Y vaya que lo era. Ya sabrán del tema, porque lo mencionó Manuel Conthe en Expansión, y antes otros como Shane Parrish o el mismo Gerd Gigerenzer en un libro muy interesante al que volveré al final del artículo.

La historia viene a ser que un buen día Max le planteó a Albert una situación aparentemente inocente y que resumo en versión libre: “Un coche acaba de llegar a la cima de una pequeña colina. El trayecto hasta la cima tenía 1 km. El kilómetro de subida lo ha hecho a una velocidad media de 30 km/h. Al llegar a la cima tiene una bajada de otro kilómetro hasta llegar a su destino. El conductor pretende hacer una media para todo el trayecto de 60 km/h”. Tras lo que le planteó la preguntita: “Si quiere cumplir con su objetivo, ¿a qué velocidad media debe bajar la colina?”

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El bueno de Albert le reconoció a su ‘amigo’ Max que “sólo cuando me puse a realizar los cálculos matemáticos me di cuenta que ya no había tiempo en la cuesta abajo para llegar al objetivo deseado”. Albert se puso a hacer los cálculos que matemáticamente son las llamadas medias armónicas. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, así que me entretuve en programar un gráfico de estos en 3D que ilustrase este tema. En un eje tendríamos la velocidad media hecha en el primer tramo, en el otro eje en horizontal tendríamos la velocidad media que nos gustaría tener para todo el trayecto y en el tercer eje levantamos en vertical a qué velocidad media habría que discurrir por el segundo tramo para llegar al objetivo. Se ve que hay situaciones en que la velocidad necesaria sería infinita. Matemáticamente hablando, incluso habría escenarios en los que necesitaríamos velocidades negativas en el segundo tramo (qué absurdas a veces resultan ciertas soluciones, ¿no?).

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El amigo de Albert no era un cualquiera y el problemilla tampoco. El bueno de Max Wertheimer es el padre de la teoría psicoanalítica denominada “Gestalt Phychology”, que muy simplificada viene a decir que una manera de ayudar a resolver un problema es reformularse la pregunta una y otra vez hasta que la respuesta aparezca como obvia.

En el ejemplo automovilístico, podríamos reformular la pregunta. Por ejemplo: ¿Cuántos minutos hacen falta para recorrer todo el trayecto de 2 kilómetros a una velocidad media de 60 Km/h? 2 minutos. ¿Cuál es el tiempo que ya se ha empleado en recorrer el primer kilómetro a un velocidad media de 30 Km/h? 2 minutos. La respuesta parece más obvia planteada así que haciendo cálculos de medias armónicas. ¡ Ni a la velocidad de la luz nos daría para cumplir con el objetivo !

Veamos con un ejemplo económico. Pongamos un país en que sus ciudadanos deciden dotarse de un determinado nivel de Estado de Bienestar. El coste asociado lo da ese nivel, mientras que su sostenibilidad en el tiempo viene determinada por el grado de riqueza de sus ciudadanos. En épocas de vacas flacas este Estado de Bienestar se va a poner en riesgo.

Siguiendo la filosofía del amigo de Albert, ¿cuál es la pregunta adecuada? ¿cuál es el problema de este país? ¿el paro?, ¿la corrupción?, ¿la ineficiencia?, ¿una deuda a niveles del PIB?, ¿la educación?…

Sin duda cualquiera de ellos es un problema enorme, vamos, un problemón. Sin embargo, habría que seguir reformulando la pregunta para que la solución quede más clara. Lo que está en riesgo es el Estado del Bienestar, por tanto ¿cómo vamos a generar los recursos para sostener el Estado del Bienestar? Me gustaría pensar que Max diría que nos vamos acercando. Los recursos se generan a través de los llamados motores de crecimiento. Seguimos reformulando: ¿cuáles van a ser los motores de crecimiento de este país que nos permitan sostener el Estado de Bienestar que queremos? El turismo gracias a Dios sigue ahí, el ladrillo no.

Siguiendo este proceso, asumamos que necesitamos unos motores de crecimiento que generen una mayor riqueza en los ciudadanos que permita costear el Estado de Bienestar que nos queremos dar. ¿En qué punto estamos? ¿se han identificado? ¿se han puesto los medios? ¿se han quitado las trabas para que se crezca? ¿A qué velocidad estamos subiendo la cuesta?

Ahora vuelvo a Gerd Gigerenzer que en su libro “Risk Savy: How to make good decisions” destaca la fuerza de la técnica heurística para resolver problemas. Viene a decir que cuando hay situaciones en las que la complejidad es máxima o la solución difícil, una simplificación adecuada del problema puede ayudar a obtener una solución que aunque no sea perfecta sí pueda considerarse óptima. En mi pueblo le llamarían la “regla de la abuela” o más elegantemente “una estimación razonable”. Esto es fruto de la experiencia, de saber separar el polvo de la paja, en definitiva, lo que los expertos deberían hacer en sus áreas de conocimiento.

Así que simplificando el tema, tenemos un objetivo: crecer (motores de crecimiento). Tenemos una situación: estamos subiendo una cuesta de etapa reina del Tour, no tenemos suficientes recursos propios, pero nos hemos ganado un cierto crédito que nos ha permitido ganar un tiempo a base de endeudarnos.

No todos tenemos la suerte de llamarnos Albert, pero y si la pregunta es: ¿se irá a suficiente velocidad en esta cuesta arriba para poder llegar al objetivo?

En mi humilde opinión, se están perdiendo demasiadas energías en temas accesorios y personalistas que nos están alejando de concentrarnos en aumentar la velocidad. Echo de menos una clara identificación de los motores de crecimiento en una sociedad moderna (Electrónica de Comunicaciones, Bio-Tecnología, Servicios en Internet, etc.). Y si eso no está, menos aún lo están las reglas de juego de un ecosistema eficiente que ayude a potenciar esos motores de crecimiento de manera integral (Financiación, Legislación, Educación, Usuarios, Proveedores, Plazos, etc…). Y ya qué contar de cómo ese esfuerzo puede revertir en la sociedad que los ha apoyado (Patentes, Sinergias, Mejores Salarios, Eficiencia, Prestigio, Universidades, etc…).

Aún hay tiempo, pero no mucho. En nuestro país hay esperanza porque el talento está ahí. Hace tiempo un empresario, y sin embargo amigo, me dijo que no necesitaba ayuda de las Instituciones, con que no le pusieran muchas trabas ya se conformaba. Hoy no tenemos ese lujo. O se facilitan los ecosistemas eficientes o no llegaremos a tiempo.

Si es así, lo agradeceremos todos. Si no es así y quienes tuvieron la responsabilidad no fueron suficientemente valientes para hacerlo cuando se pudo, la historia y nuestros hijos lo reflejarán.

Francisco Canós. Finance & Business Solutions

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