Derecho ecológico

21/03/2011

diarioabierto.es.

Ya sé que no se trata de un castigo divino, pero algo estamos haciendo rematadamente mal. Las catástrofes han existido siempre, pero esto de Japón es el Apocalipsis. Tanto en la coordinación mundial de las energías, de la nuclear y de combustibles fósiles, renovables y no renovables, vamos como en todo: cada cual hace la guerra por su cuenta, con la única coartada de los beneficios anuales. Vivimos en un mundo regido únicamente por esos beneficios anuales, por la gran extensión de plusvalías que tienen como obrero subsidiario no sólo a unos trabajadores explotados, sino también a la propia naturaleza, que lleva mucho tiempo, demasiado, gimiendo sin que nadie le haga caso, mientras el expolio continúa con la devastación de lo presente.

Vivimos, tanto en lo político como en lo energético, como si no existiera un mañana. Estamos construyendo, entonces, un mundo sin futuro, sin una credencial que garantice una mínima existencia razonable. Seguramente el seísmo que ha asolado Japón se debe únicamente a sus causas geológicas; pero llega, y esto también es importante, en el momento histórico de mayor destrucción del planeta. En los últimos años hemos hecho más por abolir cualquier resto de riqueza ecológica que en toda la existencia humana, y por eso el sentido de culpa, que lo hay, es mucho más extenso. Hemos construido un modelo de vida en el que todo se gasta antes de usarlo, en el que todo se tira, en el que todo caduca cuando todavía tiene la etiqueta puesta, y en ese reciclaje continuo de objetos y sustancias vivimos, sí, pero sin reciclar, en un consumo abusivo que sólo devalúa nuestra vida. Resulta siempre más caro reparar cualquier tipo de artilugio electrónico que comprarse uno nuevo, y eso ya es un signo indicativo del tejido social que fomentamos: una improvisación sin proyección en el tiempo.

Seguimos sin lograr un modelo internacional de una integración de los estados en un funcionamiento democrático: la inoperancia de la ONU, en 2011, no es muy diferente de la Sociedad de Naciones en los preámbulos de la Segunda Guerra Mundial. Por entonces, al menos, existía el mañana. A nosotros, por lo que se ve, no va a quedarnos ni eso. ¿Demasiado apocalíptico? Es posible. ¿Pero qué estamos viviendo, sino el Apocalipsis en Japón? Cada vez soy más verde, y tengo aún más claro que nuestra única salida, como civilización, es la veneración del medio ambiente.

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