Baile de fechas

21/03/2011

Maite Vázquez del Río.

A estas alturas del diálogo social, ponerle fechas es como poner puertas al campo. El ansia de presumir de logros en las cumbres europeas hace caer en un optimismo inaceptable o mostrarse con una ingenuidad impropia de un estadista del siglo XXI. Es lo que está pasando con la reforma de la negociación colectiva. Ahora el problema está en cumplir los plazos, es de lo único que se habla, más que del contenido de tanta trascendencia para los trabajadores.

Hay quienes opinan que con esta reforma se podrían arreglar los entuertos de la reforma laboral, que para unos se quedó corta y para otros fue la reforma con la que se abarató el despido, todo lo contrario de crear empleo que era su fin.

Pues bien, hete aquí que empresarios y sindicatos llevan más de un año pensándoselo. Y más de una década coincidiendo en que sí, que se necesita reformar la estructura de los convenios. Para agregar acto seguido que nadie, ningún Gobierno, se atreva a decir ni una sola palabra al respecto, porque si hay algo que es genuino y solo de ellos, esos son los convenios.

Decía en otras “gateras” que en los últimos días se han producido muchas interferencias para que esta negociación llegue a buen puerto. Una negociación debe ser siempre equilibrada, y los sindicatos partían con el apoyo incondicional del Gobierno por eso de que no tenía buena conciencia por la reforma laboral que les había impuesto.

Los empresarios, entonces, se resignaron a no reclamar “ultraactividades” (poner el contador a cero en todos los derechos cada vez que se empiece a negociar un nuevo convenio) y hasta tuvieron que transigir cuando Angela Merkel llegó a España a dar lecciones de cómo se deben subir los salarios, porque el Gobierno rechazó pesara quien pesara aquella propuesta, porque estaba empezando a congraciarse con los líderes sindicales.

Con el “gran pacto social” aún humeante, el Gobierno les había pedido a empresarios y sindicatos que se dieran prisa. El 19 de marzo era el plazo fijado para tener un acuerdo definitivo. Pero tres días antes de cumplirse la fecha, en Trabajo se dieron cuenta que nadie iba a cumplir el compromiso.

Merkel volvió a enredar, Zapatero esta vez tuvo que acatar por eso de que se mejore el fondo de rescate, porque nadie nos asegura que al final no tengamos que echar mano de él, y las posiciones cambiaron radicalmente. A decir de CCOO y UGT, la CEOE había retomado cuestiones que no se iban a tratar y casi, casi, se desandaba todo lo avanzado. Posiciones “maximalistas” definían el viernes, 18 de marzo.

El 19 de marzo pasó de ser la fecha tope, entonces, a ser el 20 de marzo y ahora, que estamos a 21, debe ser el 24. Vaya lío de fechas, ¿no? El mismo lío en que se ha enredado la negociación de los convenios. Y los sindicatos lo tienen meridianamente claro. Cándido Méndez, coincidiendo con el inicio de la primavera, ya ha dicho que nadie se haga ilusiones, porque a las organizaciones sindicales “no les conciernen” los plazos para tener lista la reforma. Que haya una cumbre ese día y que se quiera sacar pecho por los logros no es excusa.

Más alto y claro no lo ha podido decir. El Gobierno no va a acudir a Bruselas ni con un preacuerdo, como urgía el pasadojueves el titular de Trabajo, Valeriano Gómez.

Méndez ha tenido que venir a recordar al Gobierno lo que es el diálogo social, explicando como si Zapatero fuera un “novato” en estos asuntos, que las negociaciones tienen su ritmo. Que nadie dude, además, que negociar, se está negociando y, además, “a tope”, pero lamentablemente, “el acuerdo no estará para esta semana”. Y por si hay alguna tentación de irrumpir unilateralmente, como ya pasó con la reforma laboral, los sindicatos advierten con insistencia que se sigue negociando y que la voluntad de negociar existe, y que todos desean que el acuerdo se logre lo antes posible.

Estas urgencias no sirven más que para presionar, y en cualquier negociación las presiones no son buenas. Como ha dicho Cándido Méndez, “no ayudan”.

Tal vez Zapatero, con la que se ha montado en el Líbano, pueda escudarse en este problema y presumir de la colaboración que España está dando en esta crisis, con los F-18 y las bases aéreas puestas a disposición de los países aliados. Si es que se trata de presumir, excusa tiene.

O tal vez puede sacarse de la chistera su propia reforma y llevarla entre sus documentos. Aunque en ese caso, Méndez ya ha dicho, “que lleve lo que considere oportuno”. ¿Estará pensando en otra huelga general de imponerse esa nueva reforma?

Las negociaciones están atascadas por culpa del Pacto por el Euro y la imposición de Angela Merkel de incluir en el mismo que se ligue la subida salarial a la productividad. En Alemania esa estructura funciona porque su modelo económico es distinto. Tal vez piense la canciller alemana de que así por lo menos el resto pueda seguirle los pasos en la recuperación económica. Pero en estos momentos, más que nunca, hay que recordar que “España es diferente», porque su modelo productivo es diferente. ¡Ojalá hubiera en nuestro país la misma industria que hay en Alemania!.

Méndez está dando los argumentos a Zapatero para que diga a Alemania que el propio Pacto por el Euro respeta los procesos de negociación colectiva nacionales. Además, de que los propios empresarios habían aceptado la inflación y no la productividad, porque si se habla de productividad, la empresa tiene que dar a los trabajadores todos sus datos –transparencia, se llama- y abrirse a la participación de los representantes sindicales, y en ese caso tal vez más de uno podría salir sonrojado.

Por este último motivo, el líder de UGT hasta ha llegado a afirmar que los empresarios tienen “miedo”, y en unas negociaciones el miedo bloquea cualquier avance.

Y una última reflexión. Evidentemente, el Pacto por el euro se hizo para terminar de salir de la crisis económica. Es de confiar que si la recuperación económica llega, se empiece a crear empleo, pero en España como todos los expertos aseguran se tardará más de catorce años en volverse a las tasas de antes de la crisis, el 8,6%… Luego con el Pacto difícilmente se pueden solucionar los problemas de ningún país en concreto. De plantearse, es el fondo de rescate el que lo soluciona.

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