El debate sobre los bombardeos contra las tropas e instalaciones militares del libio Muamar el Gadafi no fue bélico siquiera, pues casi todos estuvieron de acuerdo en desmochar al dictador libio. La izquierda del “no a la guerra” apareció subdividida. Gaspar Llamazares (IU) se manifestó en contra verbal y gráficamente –con su pegatina prendida en la solapa–, pero Iniciativa per Catalunya y la ERC de Joan Ridao expresó su acuerdo con la intervención aliada para machacar al dictador libio. La derecha y los socialistas respaldaron plenamente al Gobierno, como no podía ser de otra manera.

El presidente José Luis Rodríguez Zapatero puso al corriente al personal sobre las advertencias de la comunidad internacional a Gadafi desde el momento en que empleó la aviación para reprimir a su pueblo y explicó los pasos que se sucedieron hasta la resolución del jueves de la semana pasada del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que, con la abstención de los rusos y los chinos, permitió lanzar fuego graneado contra las instalaciones militares del exterrorista libio para parar la masacre que estaba perpetrando contra su pueblo. En la cumbre del sábado en París activaron el zafarrancho de combate.

Zapatero explicó lo que ya sabemos: que España aporta cuatro cazabombarderos F-18 y un boeing 707 de reabastecimiento en vuelo a las operaciones de “exclusión aérea” y una fragata, la Ménez Núñez, un submarino de la clase Tramontana y un C-235 de patrulla aérea para vigilar el embargo naval, de modo que las tropas del dictador libio no reciban armas ni munición. Bastará un mes para atacar por el aire al régimen libio y tres meses para bloquear sus fronteras navales, dijo el presidente, para saber si el líder libio aún respira.

El jefe de la oposición, Mariano Rajoy, manifestó sus dudas sobre la eficacia de la operación, pues la resolución de la ONU excluye cualquier intervención terrestre y, por otra parte, los fines a conseguir no incluyen la sustitución del régimen de Gadafi. Por otra parte, no sabemos lo que pretenden las fuerzas rebeldes, más allá de derribar al coronel Gadafi. Y lo que resulta insólito: ni siquiera la coalición multinacional se ha puesto de acuerdo sobre quién ejerce el mando y control de la operación.

Los interrogantes de Rajoy fueron reproducidos con las mismas y distintas palabras por todos los intervinientes. Reina la confusión sobre el mando y manda la duda sobre los objetivos. Pero entonces Zapatero aclaró que estamos en la primera fase y habrá que hacer una evaluación de las operaciones. Si Gadafi se resiste a abandonar el poder y abrir una vía de negociación para dar paso a una transición constituyente que, como ha ocurrido en Egipto y Túnez, inaugure una nueva época democrática en Libia, habrá que aplicar medidas más contundentes. De momento, el presidente cree que con el embargo de sus cuentas, el bloqueo de suministros y la destrucción de sus tanques, rádares, baterías y aviones, será suficiente. Ya veremos si, como dijo Llamazares, la operación Amanecer de la Odisea va de Troya a Ítaca o viceversa.