No consta que la Iglesia haya cedido nunca un confesionario para que algún alumno se prepare un segundo parcial de Derecho Romano. En justa correspondencia resultaría ocioso este debate sobre la idoneidad de habilitar locales en la Universidad como capillas. De siempre, para estos menesteres, ha sido más eficaz hincar los codos que encomendarse a San Cucufato. Otra cosa bien distinta es que, una vez que haberlas haylas, uno entre en ellas en semi pelota picada entre otras cosas porque se corre el riesgo de anteponer las consecuencias de la ingesta del Benedictine a las objeciones a don Benedicto.

No se le debería dar más importancia que la que tiene un pecado de juventud. Quien más quien menos hemos cometido alguno. Yo, sin ir más lejos que no estoy ya para senderismo, hasta me creí el cambio de Felipe González. Eso sí, comulgué con él con bufanda y verduguillo que eran aquellos años menos dados a lo casquivano. Y también, más exagerado que distinto en este caso, es que por esta ‘perfomance’ de Somosaguas se haya llegado a detener a la muchachada en un país en el que hay desvalijadores de lo público que, por todo castigo, se fuman un cohiba en la hamaca le guste o no a Leire Pajín.

Sin embargo, en la geografía de la desmesura qué menos que considerar toda una profanación lo que, con cierta sensatez, no hubiera pasado de eficaz chiquillada. Digo eficaz porque al menos ha servido para evidenciar que en un país laico, a poco que te descuides, te puedes ganar un par de hostias en el más amplio sentido de la palabra. O en el cáliz o en la comisaría.

No es un país laico el que cede de manera gratuita alojamiento público para los peregrinos que vengan a ver a Madrid al Papa cuando no lo hace para los forasteros que vienen a ver a Madonna. O no lo es quien perdona el IBI ni siquiera, que se sepa, a cambio del perdón de los pecados a los inmuebles de la Iglesia o quien le regala terrenos para levantar parroquias que luego, se han dado casos, se han convertido en aparcamientos. Eso sí, no se sabe si con el ticket te dan la absolución en cuyo supuesto la cosa cambia sobremanera.