Gadafi y las tres varitas

25/03/2011

diarioabierto.es.

En las marismas de Doñana y en posguerra me cuentan que un cabo de la Guardia Civil recibió la orden de hacer salir del territorio a cuantos gitanos (perdón, miembros de la etnia gitana) no fuesen de la zona.

El método elegido por el agente, a fuer de original, se mostró efectivo. Cuando encontraba a los de la etnia acampados en lugar indebido llamaba a los dos varones más significados del campamento y en su presencia cortaba tres varitas de la flora marismeña que sirviesen de fusta vegetal. Le entregaba una a cada miembro de la etnia gitana y la tercera se la quedaba el cabo.

Incitaba a los calés a que se diesen uno a otro de varazos bajo la sugerencia de que si se negaban sería la autoridad la que procedería a probar la flexibilidad de la ramita. El caso es que, a poca insistencia del benemérito cabo, los dos miembros de la etnia gitana se breaban de lo lindo. Terminada la tunda el guardia sacaba de su cartera de camino una máquina de esquilar y a cada uno de los miembros de la etnia gitana les rapaba una gran cruz en la cabeza. Indeleble e incruenta marca que tardaría en desaparecer meses, los mismos que la tribu trashumante debía ausentarse, por su bien, de la marisma onubense.

Con Gadafi está pasando lo mismo. Al grito de “culo veo, culo quiero” una oposición de desconocida procedencia copia los tumultos norteafricanos y arábigos y se enzarzan contra el coronel libio. El amigo de occidente reacciona como es propio en alguien de su catadura. Ya tenemos liados a varazos a los de la etnia libia. Y al benemérito cabo occidental presenciando la trifulca. Ahora toca intervenir. Occidente saca de la cartera de camino a sus tropas y hace una cruz en el pelo a Gadafi y otra en la cocorota de los rebeldes que hasta ahora nadie conocía. Así nos aseguramos de que el ejército libio y el país en general quedan hechos unos zorros. Después les vendemos más armas a cambio de comprarles petróleo barato para poder reconstruir el desastre y todo en nombre de la salvación del pueblo y la libertad. En tres décadas –hasta que les vuelva a crecer el pelo- no queremos ver más problemas en el norte de África, por lo menos en Libia.

Esta es la teoría que tendré el placer de exponer más detalladamente en la Casa de la Cultura de mi localidad ahora que he conseguido un buen puesto en las listas electorales tras lidiar con practicantes de todas las modalidades del sexo. Eso y hacerme un hueco entre acuarelistas, mamás que hacen punto de cruz y niños tontitos haciendo ballet, que es para lo que valen las Casas de la Cultura.

Y es que he decidido ser el concejal que más sabe de asuntos internacionales, entre otras cosas porque en un grupo donde nadie sabe de nada es fácil hacerse especialista en algo.

Se me queda pequeño el municipio y lo del hermanamiento de pueblos y ciudades sólo servía para que viajasen a paraderos ignotos el alcalde y su señora. Nuestro municipio merece un puesto en el concierto de las naciones y quien mejor que yo para ser su hombre en las instituciones mundiales conociendo países, alojándome en buenos hoteles y cobrando insuficientes dietas por mis desvelos. Lo malo es que en la medida que me acerco al mundo me alejo de los vecinos, pero, entre nosotros y sin que a nadie se le ocurra contarlo, también me evito muchos coñazos.

Por último hacer referencia a lo de Japón. Yo creía que como cada semana el telediario nos deleitaba con un nuevo robot japonés que cuando no fregaba, limpiaba, si no servía la mesa, hacía la cama, cambiaba bombillas, regaba las plantas, subía y bajaba escaleras o bailaba tangos, tendrían algún robot para apagar centrales nucleares. Y veo que no, que hay que llevar jubilados suicidas. Todavía tengo mucho que aprender de cosas internacionales. Pero voy por buen camino. No hago caso ni a Arístegui ni a Trini. Éxito asegurado.

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Un pensamiento en “Gadafi y las tres varitas

  1. Mucho echaba yo en falta la columna del concejal. Hoy se ha puesto profundo y analítico y nos aporta un sesudo análisis internacional. Efectivamente, el golpe de mano de Sarkozy ahora que busca prestigio y afianzarse en un liderazgo que le ha venido grande, como casi siempre, ha arrastrado a la coalición internacional a una operación peculiar. ¿Y después de Gadafi qué?

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