Reflexiones de un resentido

27/10/2010

Germán Temprano.

Desde los tiempos de Rafael el Gallo se sabe que en España, por haber, hay gente pa tó. Cuentan que él lo decía por eso del oficio de pensar de Ortega y Gasset y algo tiene que ver con el intelecto esta idea embrionaria de presentar a los pacientes de la sanidad pública una factura con los gastos que ha generado su consulta o estancia en un centro médico. De momento no hay que pagarla, quizás por aquello de evitar un susto añadido al diagnóstico de la enfermedad, pero tampoco había que abaratar el despido porque juraba Zapatero que perjudicaba al empleo. Y hasta ahí puedo leer. Ya se sabe, de ahí la alusión al maestro del toreo, que entre la preocupación por la salud y el vicio existe una débil frontera que el mismo aburrimiento puede desbaratar.

Por ello, quien más quien menos sabe de algún vecino o familiar lejano, aunque nunca lo suficiente, que se ha ido a operar de la vesícula porque no le convencía lo que echaban en la tele o por hacer tiempo mientras se asaba la paletilla de cordero. Llegado el caso, y si su conciencia ideológica así se lo demanda, incluso para que Salgado no cuadre el déficit ni aunque trabajen gratis los controladores aéreos. Lo dicho. Hay gente pa tó. Quiero decir que está muy bien que se nos endilgue la minuta, pero, ya que se ponen, que entren más en detalle. Por ejemplo que nos comuniquen con cuánto contribuimos y a qué se destina el dinero que se nos retiene del sueldo a quienes tenemos la fortuna de acordarnos de lo que es una nómina.

Por hablar de mí, por aquello que decía Unamuno de ser el hombre que uno tiene más a mano, con dieciocho mil euros al año que no veo ya me hubiera dado para hacerme más liftings que Julio Iglesias aun a riesgo de parecer luego un ninot indultat. Empero, prefiero sin queja alguna que con ellos la sanidad funcione sin necesidad de recordarle al paciente lo que ha gastado en radiografías porque, entre otras cosas, seguro que antes las ha pagado con creces. Una cosa es la beneficencia y otro el estado de bienestar social que presta servicios sufragados por la solidaridad impositiva de los ciudadanos que los pagamos. Me refiero a aquellos que sólo conocemos como paraíso fiscal Gibraltar porque nos sale más barato el litro de Varón Dandy.

Más me irrita que no se nos facilite qué parte alícuota de los impuestos ha ido a pagar un cartel que anuncia los fondos de inversión estatal que cuesta casi el doble que la farola que iban a instalar en la calle principal de un pueblecito de Soria. O que en ese mismo cartel, que se ve más que los toros de Osborne, se diga que el proyecto está financiado por el Gobierno de España como si el presidente del Gobierno, compungido por la crisis, hubiera roto su hucha de cerdito de la infancia leonesa para costear con sus propios ahorrillos lo que pagamos a escote entre los de siempre. No se si se nota la cercanía del segundo plazo de pago a Hacienda. Si es así, perdonen mi resentimiento.

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