Inaugura que algo queda

30/03/2011

diarioabierto.es.

Cuentan que, de haber tenido un día más de plazo legal, Gallardón sopesaba trasladar de manera temporal su despacho a una caseta en la ribera del Manzanares para dar ejemplo y ahorrar desplazamientos en las inauguraciones de Madrid Río. De hecho, alguna de esas gaviotas reidoras que apadrina Ana Botella tuvo que ser atendida en un centro de recuperación animal debido al estrés derivado del barullo de la comitiva. Un día tiene gracia por inusual, pero una semana de alboroto ya irrita por muy jovial que una sea por naturaleza. Lo cierto es que tampoco es que sea el alcalde madrileño ni pionero ni original en estos menesteres. Dentro de esa rivalidad histórica, en la víspera de la fecha límite que prohíbe estos saraos, el gobierno de doña Esperanza Aguirre tenía en agenda ocho entre actos de inauguración, o casi, y primeras piedras.

Incluso algún asesor barajó cambiar estas últimas por granos de arena ya que, debido a su ínfimo tamaño, podrían rentabilizarse en los diarios a lo largo de los siglos. Tal fue el trajín que el informativo de Telemadrid duró ese día más o menos lo mismo que Los Díez Mandamientos con planos y contraplanos de ese originario peñasco sobre el que, algún día, se edificará algo. Y eso que, como apuntaba, se trata de ‘casi’ inauguraciones pues ya se sabe que la presidenta acostumbra a llevar de atrezzo en el coche oficial una máquina de rayos X para que salga en la foto de la única planta visible de todo el hospital.

En el resto sólo podría poner segundos ladrillos sobre los andamios que jalonan los pasillos. Sin embargo eso es lo de menos. A ver si ahora además de tener que posar delante de las cámaras va a ser necesario que una dotación que se estrena se pueda usar de inmediato. Hay que ser exigente y tiquismiquis. Por lo menos, hay que reconocerlo, en el Palacio de Cibeles ya se puede entrar y ha quedado mono monísimo por no decir superideal.

Y ya es raro porque después de una inversión en la obra de 120 millones uno esperaba encontrarse grietas o sillas de tijera desvencijadas procedentes del último veraneo en Gandía como mobiliario o tapices con corzos devorados por las dentellas de un perro sabueso en las paredes o una tasca de mala muerte en vez de ese restaurante al alcance de todos los madrileños en el que, a juzgar por la renta que paga, la castiza gallineja no bajará de los veinte euros. En suma, uno quiere decir que, ya que inauguran hasta los baches a costa del riñón del contribuyente, al menos no nos tomen por marmolillos. Sería muy de agradecer.

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Un pensamiento en “Inaugura que algo queda

  1. Los madrileños tienen los gobernantes que se merecen… Y que se seguirán mereciendo. Al menos durante otros cuatro años.

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