Anna Wintour, conocida por inspirar el personaje de la película “El diablo se viste de Prada”, tener un flequillo recto inamovible en una frente oculta y unas gafas redondas gigantescas, es editora Jefe de la edición norteamericana de Vogue, no tuvo ni tiempo de oler a nadie que hubiera comido un baguel de cebolla, algo que, según su película, se ve que detesta. Fue su primera vez en Madrid “para una primera toma de contácto”. Llevamos 64 ediciones celebrando desfiles de moda pero jamás se sentó en su primera fila. Pudo ser porque Givenchy le dijo que en España teníamos el Mejor Museo del Traje del mundo o que Christopher Bailey de Burberry, le comentase que estamos haciendo cosas interesantes o simplemente porque dada la amistad con el marido del embajador norteamericano, el decorador Michael Smith, le invitasen a comprobarlo in situ. Lo cierto es que entre las pasarelas de Milán y la de París, ha pasado horas por Madrid en una visita que fuentes de la embajada norteamericana califican “entre oficial porque es la embajada la que organiza los encuentros y privada porque está originada por el deseo personal de la Señora Wintour por tener una primera toma de contacto con el sector de la moda en España” de espaldas a la prensa. Desde hacia quince días existía un oleaje de rumores que estallaba en tsunami el fin de semana, cuando ya era imposible que los elegidos para respirar el mismo aire que Wintour, permaneciesen en esa discreción que se les había pedido. La invitación comenzaba a correr por la red, pero como en todo, había 200 seleccionados, a escucharla charlar en el Museo del Traje y 20 reseleccionados a tomar un café de media hora con ella y 25 hiperseleccionados a cenar en la Embajada.  Para el acto multitudinario los estudiantes de periodismo, de diseño y diseñadores profesionales, recibían su invitación escrita en inglés de parte del Ministro de Educación, Cultura y Deportes español y del Embajador de los Estados Unidos de América, para asistir a verla charlar en el Museo del Traje de Madrid. El embajador anfitrión, James Costos, sí estaba, pero el ministro, no. La participación española consistía, según fuentes ministeriales, en ofrecer el listado de siete escuelas de diseño de moda, para que la embajada decidiera. Lo mismo hizo ACME, Asociación de Creadores de Moda de España, dió los nombres de los 52 asociados y la embajada hizo dos listas. En ese tú sí y tu no, se quedaban fuera del encuentro privadísimo con Wintour y su café, Amaya Arzuaga, Premio Nacional de Diseño y Juan Vidal, Premio Who´s on Next creado por Vogue. Antes de charlar en el escenario del anfiteatro del Museo del Traje, Wintour tuvo una “Coffee recepción with spanish designers”, un encuentro con 20 reseleccionados jóvenes diseñadores y alguna no tan joven que se coló por la cocina y además, lo hizo acompañada por dos personas más, a los que les regaló el libro de las galas que organiza Vogue en el MET, dedicado. A las 12.05h entraba en el auditorio y Juanjo Oliva salía porque no tenía sitio “siéntate donde puedas le dijeron” y casi todo estaba reservado para escuelas. Wintour contestó las cinco preguntas que había recibido por email y dijo “El color, la filosofía de vida española, es una influencia muy importante en la moda mundial” por eso, Wintour nunca la ha apoyado, hasta ahora que nos ha conocido. Luego vio 15 minutos de trajes de Elio Berhanyer y siguió una agenda que había empezado a las 9h reuniéndose con directivos de Inditex y el presidente de El Corte Inglés y terminaba en la embajada de Estados Unidos con una cena para 25. Otra vez con empresarios, algún político, la directora de Vogue España, que casi se entera por la prensa que su jefa estaba aquí y con Josep Font, si hubiera aceptado ir, pero excuso su presencia.