Desde aquel desfile en diciembre de 1999 en la plaza de toros de las Ventas en Madrid, Loewe no desfila en España. Sí lo ha hecho en París y hasta en China pero llevaba 14 años sin hacerlo en la casa madre. Por fín han vuelto a las raíces en el Real Jardín Botánico de la capital. 252 escogidos invitados llegaban escalonadamente a la puerta de Murillo. Unos, como Pascua Ortega, Cayetano Rivera, que ya prepara la temporada taurina, o Jordi Mollá -triunfando como pintor en la galería Eva Ruiz- escogían hacerse los 300 metros de recorrido hasta el Pabellón Villanueva andando. Sin embargo, las damas con sus tremendos tacones, no por feos sino por altos, preferían hacerlo en carritos de golf. Adriana Abascal bellisima prometía cantarse unos boleros. Isabel Preysler puntual, para lo que es ella, lo hacía acompañada por su hija Ana Boyer, Tamara, llegó por los pelos al desfile. Rossy de Palma me contaba que prepara un espectaculo para llorar colectivamente al que llamará «lloranas». Paco Arango, un hombre multifacético y solidario con su Fundación Aladina para ayudar a los niños con cáncer. Alex de la Iglesia que admitía acudir como hombre objeto de Carolina Wang. Carmen Lomana, impagable en lentejuelas doradas a la parrilla, cómo me gusta. Habría que clonarla por lo bien que se lo pasa, por lo buena gente que es y por cómo se come la vida a espuertas. A Simonetta Gómez-Acebo, también a clonarla porque en esta época de su vida está encantadora y super-amable. Además, se ha quitado 10 kilos de encima y está pibón. Beatriz de Orleans, una princesa de los pies a la cabeza y la más macrobiótica de toda la fiesta, con excepción de Beatriz Cortazar. Así, un sin parar de elegantes invitados que, después de disfrutar con los 43 trajes del desfile, se hacían fotos en los 25 jardínes verticales creados por «Rosas Únicas» que decoraban las paredes del pabellón Villanueva y luego, degustaban las ricas viandas de Isabel Maestre, esas croquetas de trufa negra, cómo me gustan.