Años de juventud o el diario como vicio nefando

24/10/2015

Daniel Serrano. Leer diarios como quien mira por el ojo de una cerradura para contemplar a la vecina probándose lencería frente al espejo.

Las cosas magníficas que escribe Iñaki Uriarte o cuando Andrés Trapiello despotrica contra novelistas que salen guapos en Babelia (pero hay que descubrir de qué novelistas se trata porque no pone los nombres). Y también me interesa (lo confieso) si Andrés Trapiello fue al dentista.

Compré en un VIPS los diarios de Gombrowicz y, en realidad, no sabía (ni sé) quién demonios es ese señor de apellido polaco que lleva sombrero.

Resulta un vicio saludable este de leer diarios.

Por eso ahora disfruto con los textos compilados en Los diarios de Emilio Renzi (Años de formación) de Ricardo Piglia.

Ahí está Piglia de joven, la Argentina de los años 50 y 60 del pasado siglo, el abuelo que luchó en la I Guerra Mundial, el peronismo y Cuba, por supuesto Borges, la efervescencia de todos los marxismos, el amor y el deseo, la juventud en marcha.

A veces pienso que aquí hay gato encerrado porque Piglia escribe rematadamente bien para ser el mocoso que es cuando está elaborando estas prosas dispersas.

¿Y si estos diarios son los diarios de un Piglia maduro soñando que es el Piglia de juvenil ímpetu que fue?

Da lo mismo.

Cada página de este libro merece la pena.

Hay un magnífico microensayo sobre El oficio de vivir en el que Piglia sugiere una magnífica teoría sobre el suicidio de Cesare Pavese. El escritor italiano se mata después de telefonear a varias mujeres que se niegan a quedar con él a tomar algo. ¿Y si Pavese se hubiese suicidado únicamente a causa de no haberse comido un rosco? No ligar (lo sabrá cualquiera que haya sufrido una mala noche de bar en bar) es un motivo, a veces, suficiente como para pensar en el suicidio.

Bueno, en realidad la reflexión de Ricardo Piglia sobre El oficio de vivir resulta un poco menos frívola pero ahí queda esa idea, flotando.

Emilio Renzi, alter ego de Piglia, transita por la Argentina que se desliza hacia el culto violento. Escucha el estudiante Renzi (el estudiante Piglia) a un prócer bigotudo de la época que arenga a los estudiantes rebeldes: “El terrorismo es la forma política de la educación popular”.

Y luego están las pensiones, el ajetreo de la vida amorosa, las convulsiones familiares, un amigo delincuente, La Plata, los fines de semana con el abuelo, poniendo en orden una memoria necesariamente desordenada.

Incluyen estos diarios algunos aforismos de altura: “El pesimismo cósmico es una doctrina consoladora”.

Ricardo Piglia en sus años de formación, los secretos conservados en legajos que se guardaron bajo llave durante años.

Ahora ven la luz estos diarios y aplaude la crítica de modo unánime y aplaudo hasta yo, tan molesto siempre con casi todos los críticos o con algunos de ellos.

Los diarios de Emilio Renzi son unos extraordinarios diarios y no hay más qué decir.

Y, además, que quedan (al menos) otros dos volúmenes por descubrir.

Añadir tan solo para acabar esta reseña que sí vi en su momento la película Plata quemada pero no he leído ninguna novela de Ricardo Piglia. Pienso hacerlo, por supuesto.

Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación. Ricardo Piglia. Anagrama. 358 páginas.

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