Los que lo conocen en Barcelona suelen decir que en este establecimiento hay unos cronuts (ese mix entre croissant y donut nacido, cómo no, en Usa) maravillosos. Pero no solo eso: al parecer, su colección de trufas es una tentación. Y pasaríamos el texto enumerando delicias pero mejor entrar en harina, o casi mejor, en chocolate, porque de esto va este pequeño negocio que abrió sus puertas en 2013. Chök es la obra de un directivo de Lavazza y de una profesora de Universidad, ambos, forofos del chocolate. Abrió sus puertas en plena crisis y en una época en la que el clima no es el mejor aliado de la delicatesen: el verano. “En los seis primeros meses entró muy poca gente, que es justo lo que yo me había marcado como plazo de vida para el negocio. Al séptimo mes cambió todo, justo fue cuando cambiamos el escaparate”, explica Fernando Madrid, uno de los fundadores. Y menos mal que decidió darle unos días más de margen porque las dos próximas tiendas que van a abrir y que sus ventas hayan crecido un 40% este año confirman que el negocio va bien.
La pareja se dedicó a buscar un local para instalarse. No uno cualquiera, tenía que tener cierta magia. Pero no encontraban. Y vamos a decir, si es que creen en las casualidades, que este local, ubicado en el carrer del Carme, les estaba esperando: el establecimiento data de 1850 (se conserva de hecho el techo original) y fue una antigua fábrica de chocolate: “Cuando vimos al dueño nos dijo que solo nos dejaba el sitio si era para que siguiera siendo algo relacionado con el chocolate. Cuando lo estaban traspasando era una bombonería”, comenta. Y así es como el chocolate y su exquisito aroma sigue ocupando estas paredes: turrón, cacao, tabletas de chocolate, trufas, pastelería casera y todo tipo de productos que contengan chocolate, como pasta italiana al cacao o cerveza de chocolate que traen de Reino Unido. Los cronuts son el best seller: venden entre 4.000 y 5.000 al mes. “Quien lo prueba dice que está más rico que el original”, dice Madrid. Las trufas es lo segundo más vendido. Cada semana sacan nuevas cosas, siempre están innovando. Al fondo del local se ve la cocina, donde se están haciendo, para deleite de la vista, los dulces. También hay un rincón donde desayunar hojeando alguna de las obras de las que disponen, por supuesto, dedicadas a este manjar.
En el negocio invirtieron unos 200.000 euros, la mitad se fue en la obra. Al principio trabajaban 4 personas, hoy son 8. La materia prima llega de Bélgica, de Francia y también, de Italia. Les gusta decir que ellos no son fabricantes de chocolate, sino cocineros. Si no se lo creen, basta con entrar en su tienda para comprobarlo.
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