El primer y único debate televisivo entre tres candidatos a la presidencia del Gobierno, ofrecido el lunes, 7 del corriente, por una de las cadenas del duopolio televisivo (los canales de Planeta), permite atisbar las diatribas parlamentarias de la próxima legislatura. Vaya por delante que los tres candidatos ya habían confrontado opiniones y planteamientos en el encuentro que organizó el grupo Prisa para el periódico El País, que, al menos, tuvo la coherencia de ajustarse a lo anunciado: “candidatos”. Por el contrario, “el debate decisivo”, según el rótulo de Antena 3 TV, adoleció de la ausencia del candidato del PP a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy Brey, quien prefirió el paraíso natural de Doñana al esfuerzo mental y el sudor corporal que provocan los focos, como bien demostró por los sobacos el dirigente de Podemos, Pablo Iglesias Turrión. Estas cosas pasan por no ir en traje, aunque sea de vendedor del Corte Inglés, como el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera Díaz, y por no llevar americana, como el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
Rajoy no se creyó ni el título del debate (“decisivo”) y envió a la vicepresidenta de su gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que no es candidata a la presidencia del Gobierno, aunque a juzgar por lo que llevamos visto (farolas incluidas) sea medio candidata. Ella, con su chaquetón, su anillo de medallón y sus zapatitos de tacón, justificó su presencia diciendo: “Es que nosotros somos un equipo”. ¿Y qué? Si uno va a ver al Real Madrid y en su lugar ponen al Castilla pensaría que es un fraude. Pues aquí, igual. Lo viene repitiendo Pedro Sánchez, aunque nadie le haga caso: “Rajoy es un fraude”. A estas alturas de la campaña electoral para los comicios del día 20, muchos electores del PP tienen razón para dudar sobre quién de los dos medio candidatos será el próximo presidente de gobierno si ganan. El debate demostró la escasa diferencia de planteamientos ideológicos, económicos, fiscales y sociales entre la medio candidata del PP y el presidente de C’s. Lo dijo Pedro Sánchez: “Si suman, esos dos se pondrán de acuerdo para gobernar, ¿alguien lo duda?” Rivera no lo negó, luego, “blanco y en botella”, añadió el dirigente socialista.
Sánchez pareció el más firme y templado en sus planteamientos, aunque recibió palos por la derecha y por la izquierda de la media candidata, de Rivera y de Iglesias. Quizá el más duro fue Iglesias cuando le dijo: “Habéis hecho una renovación muy interesante, pero tu no mandas”. En ese y otros pasajes le faltaron reflejos. Iglesias, con su bolígrafo entre las manos, demostró ser el mejor dialéctico. No perdió, por ejemplo, la oportunidad de demostrar el escaso barniz cultural de Rivera cuando, al ver que pronunciaba mal el apellido del escritor Albert Camus, le preguntó si era francés o argelino. Rivera, que lo había mencionado como fuente de autoridad de su argumento patriótico, apretó los labios, hizo un gesto y no respondió. No sabía que era argelino. Iglesias utilizó bien los indicadores (la lista de casos de corrupción) y Sánchez fue contundente y riguroso en el manejo de los datos para defenderse de Santamaría (paro y rescate bancario) y de Iglesias (frustración del chavismo en Venezuela y recortes sociales en Grecia). Sánchez no utilizó gráficos ni carteles, pero las cámaras le sorprendieron mirando de vez en cuando los papeles de la carpeta que tenía sobre el atril a su derecha. En cambio, Iglesias leyó directamente la lista de causas judiciales abiertas por corrupción, y se quedó corto. Ribera solo utilizó un cartel con los logotipos del PP y el PSOE para decir algo tan evidente como que son lo viejo conocido.
Pudo haber más ataques ad homine y más apelaciones ad báculum (al miedo) de las que empleo Sáenz de Santamaría para replicar a Iglesias contra el famoso mensaje de Rajoy a Bárcenas: “Luis, sé fuerte”, con la expresión: “¡Paga, señor Monedero, paga!” O como el “estoy alucinando” de Rivera contra Iglesias cuando citó la película Siete apellidos catalanes como ejemplo de la diversidad española. Pero el de Podemos se ahorró lo de la “operación menina”, expresión machista, y lo de “salvad al soldado Sánchez”. En este sentido predominó la elegancia hasta el punto de que ninguno le dijo a Rivera: “Hay que ver, Albert, cuánto has crecido”, en referencia a las calzas que, cual Aznar, utiliza para parecer más alto. Aparte del ausente Rajoy, hay otros candidatos como el IU, Alberto Garzón y el de UPyD, Andrés Herzog, que no fueron invitados y con los que los contendientes se ahorraron la elegancia de mencionar siquiera. Salvo el gazapo del presentador llamando “participanta” a Santamaría, todos emplearon correctamente el castellano para hacerse entender.
Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.