Esto de la campaña electoral parece una partida de mus. Cada candidato saca pecho y se le llena la boca de… aire -ya que tal vez termine siendo humo- y agua, porque saliva pensando en los votos que va a amasar con sus nuevas propuestas. Y, al final, el órdago a la grande. En este caso, «y yo más».
El problema para los que tenemos que votar es decidir si se trata de un farol o el candidato lleva realmente la jugada y, lo que es más importante, si creernos que si gana cumplirá con su órdago para que ganemos todos la partida.
Llevamos más de cuatro años de recortes, y ahora, como si la crisis hubiera pasado del todo, que no es el caso, ofrecen propuestas que cuestan una gran cantidad de lo que nos han recortado.
No es de extrañar que los que vamos a votar dudemos. Veamos el ejemplo de las promesas de Mariano Rajoy, aspirante a no tener que hacer mudanza y permanecer en La Moncloa. Su último órdago ha sido quitar el IRPF a los que permanezcan trabajando aunque hayan cumplido la edad de jubilación; a los emprendedores que optan por abrir un negocio y a aquellos parados que obtengan su primer empleo. Si lo promete es porque habrá echado las cuentas y ve que es posible. Y si es posible, ¿por qué no lo ha hecho antes?
Creo que a todos los que nos han recortado, y es a la inmensa mayoría de los que votaremos el 20-D, no nos creemos que sea posible. Con Bruselas pisándonos los talones y exigiendo recortes de más de 13.000 millones de euros, porque seguimos sin cumplir el déficit público, qué Gobierno puede dejar de ingresar dinero por el IRPF. Se me ocurre que la Seguridad Social podrá mantener algún que otro cotizante (no debe haber muchos que decidan seguir trabajando…), e ingresará por los empredendores que se tendrán que dar de alta como autónomos y también por los jóvenes que empiezan a trabajar.
Pero no nos engañemos eso sería el chocolate del loro, pese a lo inoportuno que le resultará a Angela Merkel, el personaje del año según la revista Time, e ineficaz que resultaría para el empleo, según han asegurado los líderes sindicales. A ello suman, que se trata de medidas cortoplacistas y electoralistas que no solucionan ni el problema que tiene de cara al futuro la Seguridad Social, ni mucho menos servirá para crear empleo de calidad. A los empresarios también seguro que les darán bonificaciones a las cuotas de la Seguridad Social, como siempre, pero poco les importa si su trabajador no tiene que pagar el IRPF. En todo caso aplaudirán el evitarse el trámite de la retención que luego tienen que dar a Hacienda.
A ello se suma la promesa a los autónomos de que decidan los años de cotización para tener acceso a su jubilación, lo que provocaría una división radical entre los trabajadores por cuenta ajena y los trabajadores por cuenta propia, rompiendo los principios de equidad e igual de trato del sistema público. Los sindicatos incluso ven en esta medida, de individualizar la pensión, una forma de abrir la puerta de par en par al sector privado.
Y los jóvenes que empiecen ganando, como se suele decir, un «sueldazo», se sentirán ricos por un año, pero ¿y luego qué? Pero la inmensa mayoría de los jóvenes entran ganando menos de 10.500 euros brutos al año, lo que significa que están exentos de pagar el IRPF (Hacienda ha establecido el mínimo en 11.121 euros). Pese a este compromiso electoral, lo que se echa en falta son medidas que acaben con el paro de este colectivo, la precariedad en sus condiciones laborales y sus bajos salarios con los que son contratados.
Y en el caso de los mayores a punto de jubilarse, muchos trabajadores a partir de los 50 o 55 años han sido expulsados del mercado de trabajo y no tienen un empleo en el que prolongar su vida laboral. ¿Qué solución se les da? Hasta ahora lo único que se ha hecho ha sido recortar sus prestaciones.
De puertas para dentro, sin que nos vean desde Bruselas, cómo pretende Mariano Rajoy recaudar más dinero para atender al cada vez mayor número de desfavorecidos por la crisis, mantener una educación de calidad, una sanidad digna para todos y pagar las pensiones y prestaciones…
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