Viendo el debate entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez recordaba la clase política gallega de los años ochenta. Bajo el emperador Fraga su partido estaba dividido entre los de la boina y los del birrete. Entre los primeros figuraban los presidentes de las diputaciones de Lugo –Cacharro Pardo- y Orense –José Luis Baltá, además del vicepresidente Cuiña.
Eran unos caciques, en sus territorios no se les escapaba nada ni pasaba otra cosa que ellos no conocieran, pero eran paternalistas, hablaban gallego y se prodigaban en hacer pequeños favores que después se cobraban a la hora de las votaciones. Los paisanos ya sabían a quien acudir si tenían una hija por colocar, solicitaban una beca o necesitaban hacer un trámite con la administración. No es de extrañar que durante las campañas estos señores no dudaran en reclamar en los mítines que sus seguidores fueran a “carretear votos”. En contrapartida los que vivían bajo su imperio decían sin recato que “para mi el voto es una inversión, no sólo voy a votar al candidato del cacique si no que estoy muy interesado a que el cacique lo sepa, ya me lo cobraré”. Eran los que ganaban las elecciones a Fraga-
Encabezaba la otra facción –los del birrete- personas con estudios liderados por Mariano Rajoy. Eran cultos, rigurosos y distantes y utilizaban un lenguaje para los habitantes de las ciudades y que era de difícil comprensión para el mundo rural. Incluso para marcar distancias rara vez hablaban en gallego. Estaban llamados a la alta política y normalmente su aspiración era salir de la política gallega para ocupar en Madrid cargos de más altos vuelos.
El debate del lunes fue un calco de aquella política, uno se enzarzó en una multitud de datos y números de difícil comprensión para los espectadores, el otro fue muy directo, hablando para que los televidentes entendieran sus propuestas, bajando al ejemplo concreto –la carta de la señora de Valladolid- y lanzándose a la yugular de su oponente hasta lograr sacarlo de sus casillas. De alguna manera el de la boina se dedicó a carretear votos mientras el presidente confundía a los seguidores adoptando un tono profesoral al recitar una lección con la pretensión que los alumnos tomen apuntes y callen y mostrándose especialmente molesto cuando ante cualquier discrepancia de sus afirmaciones. Olvidó que la televisión es, sobretodo, espectáculo y su principal aportación fue precisamente cuando perdió la compostura.
Puede que hoy los tiempos de la boina y el birrete hayan pasado y quizás por ello los ganadores del debate fueron Pablo Iglesias y Albert Rivera.
Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.