La huelga general rinde frutos

28/10/2010

Francisco Javier López Martín.

Nos contaban, ellos, los de siempre, que la Huelga General era inútil, que sería un fracaso, que las reformas del gobierno eran inevitables, aún más escasas y tardías. Nos decían que la Huelga General sería un fracaso y que no produciría cambio alguno en un Gobierno decidido a mantener la Reforma Laboral, los ajustes de inversiones, empleados públicos y pensiones. Un Gobierno dispuesto a avanzar en la reforma de la Seguridad Social, de la protección a las personas desempleadas y, si fuera necesario, de la negociación colectiva.

Ellos, los de siempre, pusieron todas las piedras en el camino para intentar el fracaso de la Huelga General así actuó Esperanza Aguirre, fijando servicios mínimos abusivos, o calentando, en las proximidades de la Huelga General, un debate estéril sobre lo que ella denomina “liberados sindicales” y que no son otra cosa que los derechos sindicales fijados en la legislación laboral, o acordados por ella misma en los convenios colectivos y acuerdos de Empleados Públicos.

Aunque las piedras existían y eran muy gordas, la Huelga General constituyó un éxito de convocatoria, tanto por los sectores que pararon masivamente, como por el apoyo de la sociedad a las reivindicaciones sindicales como las importantes manifestaciones que recorrieron las calles de más de cien ciudades españolas.

Ellos, los de siempre, y sus medios de comunicación, cantaron el fracaso de la Huelga General, incluso con titulares elaborados el día anterior a la Huelga. Vendieron la piel del oso, antes de cazarlo.

Presentar la Huelga General como un fracaso tiene más que ver con el intento de frenar cualquier retroceso del Gobierno en las medidas aprobadas, que con la realidad incontestable de un amplio seguimiento y un malestar evidente.

Los resultados de las Huelgas Generales no se perciben nunca de forma inmediata, pero todas ellas han rendido sus frutos antes o después.

Para empezar, la remodelación del Gobierno, que iba a afectar tan solo al Ministerio de Trabajo, se ha convertido en crisis de Gobierno con cambios de profundidad, en un intento por frenar un incuestionable deterioro de la imagen política del Gobierno. Tampoco la oposición política recoge réditos en su imagen también muy debilitada a causa del apoyo implícito que con su abstención ha terminado dando al Gobierno de España en sus recortes, ajustes y reformas.

El mensaje de la Huelga General ha calado profundamente entre los trabajadores y trabajadoras, así como en el conjunto de la sociedad que rechaza masivamente tanto la Reforma Laboral como los intentos de ampliar a 67 años la edad de jubilación.

La CEOE, la patronal española, ha entrado en una profunda crisis tras la cual no se encuentra tan sólo la sustitución de un empresario que ha llevado a sus empresas a la ruina y a sus trabajadores al paro, sino la propia definición de la patronal española como club de intereses que huye del compromiso y el acuerdo con Gobierno y sindicatos para pescar en río revuelto o una patronal que asume el diálogo, la negociación y el compromiso como elementos esenciales para superar la crisis y crear marcos estables de crecimiento. Como actores sociales insustituibles, ante los gobiernos y los sindicatos.

Leo hoy en los titulares de la prensa que el Gobierno pretende reconsiderar la jubilación a los 67 años, para dejarla en 65 y promover, en todo caso, medidas que incentiven la jubilación voluntaria más allá de la edad legal.

Ha pasado un mes desde la celebración de la Huelga General y ya podemos afirmar que la misma ha producido cambios. El conflicto sigue abierto, pero el cambio parcial o total en las políticas será ineludible, porque cuando los pueblos hablan, la política y los políticos no pueden taparse los oídos y seguir como si tal cosa, sin pagar por ello un precio de descrédito que ningún sistema democrático puede permitirse.

Apuesto que hasta Esperanza Aguirre tendrá que reconsiderar su antisindicalismo casi crónico y sentarse a negociar medidas que contribuyan a afrontar, paliar y superar la crisis de caballo que nos golpea sin tregua desde hace ya tres años.

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