El pionero: Caripén. Frente al edificio del Senado en Madrid, se encuentra el legendario restaurante Caripen, que antes fuese el tablao flamenco de Lola Flores y por cuyas paredes han desfilado una gran lista de famosos. Presumen de servir el mejor magret de pato de toda la ciudad, aunque también destacan por su selección de foies, los caracoles y, sobre todo, por sus mejillones de roca que suelen convertirse en el entrante favorito de la clientela. Caripén es un lugar oscuro, noctámbulo, divertido, clandestino, setentero, farandulero, canalla… todos estos adjetivos sirven para calificar a este mito de la noche madrileña. Es un buen punto de encuentro para los amantes de cenas tardías restaurante ya que sirven cenas hasta altas horas de la noche.

El sobrio: Moncalvillo. Una foto panorámica de París preside el comedor de Moncalvillo, un bistró con cocina de raíces francesas pero que incorpora con acierto toques modernos. En la calle de San Lucas, casi esquina con Barquillo, nos encontramos un coqueto establecimientos con muy pocas mesas, pero sobrio y elegante que ofrece una sabrosa gastronomía. Yo siempre pido los trigueros con salsa holandesa y huevo poché, el salmón en papillote o los chipirones rellenos de langostinos. Pero cualquier otro plato de una carta corta pero bien elaborada es delicioso, destacando el pato y el steak tartare. Los domingos ofrecen un brunch de mucha calidad.

El animado: La Bomba Bistrot. En la calle Pedro Muguruza, junto a Padre Damián, se ubica un restaurante agradable, luminoso, rodeado de jardines, la mejor materia prima y mucho interés por acertar en todos los detalles. La Bomba Bistrot es un local acogedor y ofrece una cocina rica, rica. Además de su famoso-e imprescindible- arroz de pato con puerro y alcachofa y la galardonada ensaladilla Mon Dieu!, hay que probar «el pollo asado casi perfecto» (cocinado durante doce horas, de los mejores de Madrid), la butifarra a la brasa, los platos de cuchara elaborados a fuego lento en una olla ferroviaria, los pescados a la brasa o el tartar de secreto de buey, picado a cuchillo al momento.

El recién llegado: Toque de Sal. En esta ocasión nos trasladamos al castizo barrio de Chamberí para conocer al último bistró recientemente inaugurado. El pequeño restaurante está plagado de detalles, y decorado con toques afrancesados y mucho gusto. Cuenta con dos espacios bien diferenciados: una zona con mesas altas para picar algo y la zona del comedor, separada por una especie de alacena abierta, pero que dispone de pocas mesas. La materia prima es de primera calidad y su bodega dispone de más de 500 botellas. Imprescindibles los fettuccini negro de tinta de calamar con carabinero y los mejillones al estilo belga. Otros platos deliciosos son el steak tartar, el solomillo a la mostaza, los chupa chups de codorniz o su foie casero. Como postres son recomendables el dulce de la vaca lechera y el mousse de chocolate. También sirven desayunos y disponen de carta de pinchos.