El desaparecido dirigente del PP Pio Cabanillas cobró notoriedad por sus sentencias. Suya es la frase “cuerpo a tierra que vienen los nuestros”. Tanto en el PSOE –de una manera más pública- como en el PP –de una forma más soterrada- los puñales están desenvainados por mucho que aún algunos proclamen su cohesión interna.

Los socialistas se han atribuido desde hace años el papel de una izquierda moderada pero no han dudado en practicar políticas de derechas muy lejanas a su proclamada socialdemocracia. Tras sus sucesivos reveses electorales han aflorado sus dos almas del partido, los que defienden unas políticas progresistas (en minoría, aunque tengan la secretaría general) y una vieja guardia desestabilizadora que sueña con pactar con la derecha pura y dura, bien se llame Ciudadanos (con su discurso joseantoniano, y aquí cabe recordar que José Antonio también tenía un apartado de su discurso social) o con un PP cada vez más radicalizado y excluyente. Ni ante la candidatura de Pedro Sánchez de buscar apoyos para su investidura cierran filas.

Tampoco los populares disfrutan de tranquilidad interna y no son pocos los que están segando la hierba a su pasivo líder. Es un partido presidencialista donde todo se decide en la calle Génova, allí se hace y se deshace las direcciones regionales, se crean y se destituyen a sus dirigentes locales, se hacen las listas electorales (aunque los estatutos digan otra cosa) y todo funciona mientras tengan amplios espacios de poder. Ahora han perdido mucho y están a punto de perder mucho más. Además muchos de los actuales dirigentes saben que su vida política se ha agotado al tiempo que algunos pueden temer que cuando abandonen la poltrona pueden salir muchos trapos sucios. Aunque muchos no lo entiendan no les queda más remedio en soñar que Rajoy salve los muebles con su política de dejar pasar pelotas esperando su momento, aunque algunos dudan que este tiempo le llegue y se están preparando para una larga travesía en el desierto cuya tierra prometida posiblemente no protagonizarán aunque ahora algunos protagonicen un “sálvese quien pueda”.

El canciller alemán Konrad Adenauer ya  retrató esta situación con su definición de la clase política al señalar que en ella “hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”