La salud no sería un obstáculo para un alargamiento de las vidas laborales. De este modo, prolongando los años en el tajo, se podría suavizar significativamente los “ajustes necesarios” del sistema de pensiones. Ante una demografía adversa, la estimación es que, entre 55 y 69 años, existe todavía una capacidad adicional de trabajo de 7,1 años, según explica un estudio de Fedea, la fundación de economía aplicada.

El estudio, realizado por Sergi Jiménez, Pilar García y Judit Vall, analiza los obstáculos que frenan la participación laboral de los mayores por motivos de salud. Con una de las tasad de fecundidad más bajas de Europa, y una de las esperanzas de vida al nacer más altas – 82,5 años, en 2012 –, España afronta el desafío de asegurar al sostenibilidad de los sistemas de Seguridad Social, especialmente del sistema de pensiones, cuyo déficit se prolongará hasta 2021, según las estimaciones de la Autoridad Fiscal Independiente (Airef).

En este contexto, uno de los márgenes disponibles para fortalecer el sistema de pensiones es alargar la vida laboral de los individuos, consideran. En este caso, una posible opción es aumentar la edad legal de jubilación, fijada en 67 años para 2027 tras la última reforma, y otra es hacer compatible el cobro de la pensión con el mantenimiento de algún tipo de actividad laboral remunerada, destacan.

¿Hay salud para trabajar?

Así, una condición necesaria para que esta estrategia sea factible es que el estado de salud de los mayores sea los “suficientemente bueno”, subrayan. De ese modo podría permitir al “grueso de ellos” mantener niveles de actividad superiores a los que se observan actualmente, dicen.

El estudio aborda la cuestión desde dos metodologías diferentes. Y en ambos casos llega a las mismas conclusiones. Hay un potencial desaprovechado de empleo entre la población de 55 a 69 años, que cifran en 7,1 años en promedio para ese rango de edad.

El margen para prorrogar la vida laboral aumenta con el grupo de edad y el nivel educativo, avanzan.

Así, pues, la salud no sería un obstáculo para un alargamiento de las vidas laborales, concluyen. De este modo, finalizan, se podría contribuir a suavizar significativamente los ajustes “necesarios” del sistema de pensiones ante una demografía adversa, opinan.