Al Gobierno o al “revote”

07/03/2016

Luis Díez.

Tras el rechazo parlamentario de la investidura de Pedro Sánchez Pérez-Castejón como presidente del gobierno en las dos votaciones del 2 y el 4 de marzo, ha comenzado la cuenta atrás para el final de la undécima legislatura. Si los dirigentes de las distintas formaciones parlamentarias no consiguen en cincuenta días ponerse de acuerdo para formar gobierno, ya sea en coalición, mediante pacto de legislatura o acuerdos puntuales sobre determinadas leyes y Presupuestos, la legislatura terminará a las 19:15 de la tarde del próximo 2 de mayo. Será la más corta de la democracia. Y nos llamarán a “revotar” el próximo 26 de junio.

El jefe del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy Brey, fue el primero en contemplar seriamente esta posibilidad, nada más conocer el escrutinio del 20 de diciembre pasado. Luego le vimos riendo con David Cámeron como si la coincidencia del “revote” en España y el referendo británico para salirse o quedarse en la UE le hiciera gracia. La jugada de Rajoy de bloquear la situación desde el 13 de enero, negándose reiteradamente a asumir su obligación como candidato de la fuerza más votada, pretendía calcinar a Sánchez. Sin embargo, el acuerdo del secretario general del PSOE con el presidente de Ciudadano (C’s), Albert Rivera, le ha convertido en un político errático incluso en su propio partido, el PP.

La alocución de Rajoy antes de la segunda votación, el viernes, 4 de marzo, sonó a canto del cisne. Su acusación a Sánchez de incurrir en “corrupción” por utilizar las instituciones en beneficio de su “supervivencia” fue por lo menos lamentable o, como dijo el portavoz socialista, Antonio Hernando, “impropia” de un jefe de gobierno y de un dirigente político que se ha negado ante el jefe del Estado a asumir la obligación de sumar apoyos a su investidura. Le habría bastado con atraer a los 40 de C’s, los 6 del PNV y a la canaria Ana María Oramás (170 votos) y trabajarse la abstención o la ausencia de los catalanes de ERC o de DiL (antigua Convergencia) para salir investido. Rivera le acusó de “perezoso”, aunque la verdad es cuando la galbana se junta con la visión frontal, con anteojeras de acémila, solo se ve un camino.

Así las cosas, el menú a la alemana (gran coalición) por el que optaba Rajoy, ha quedado descartado; la fórmula a la portuguesa por la que apostó inicialmente Sánchez, se ha visto periclitada; el esquema a la andaluza (PSOE-C’s) sólo ha sumado 131 votos, aunque sigue sobre la mesa, y el plato “a la valenciana” que ha propuesto Pablo Iglesias en nombre de Podemos y las confluencias, sería matemáticamente posible, aunque su elaboración requeriría una deconstrucción molecular complicada incluso para el sabio Ferran Adrià.

En la Comunidad Valenciana gobiernan en coalición PSOE y Compromís con el apoyo parlamentario de Podemos. Los socialistas ostentan la presidencia (Ximo Puig) y tres consejerías y Compromís la vicepresidencia (Mónica Oltra) y otras tres consejerías. Hay además dos consejeros independientes. El pacto a la valenciana que propone Iglesias (gobierno de coalición PSOE-Compromís-IU), con el apoyo parlamentario de Podemos, que quedaría fuera del Gobierno, requiere el apoyo del PNV y la abstención de los nacionalistas catalanes de ERC y DiL. Pero la condición que el secretario general de la formación morada de que el PSOE rompa un acuerdo con C’s que ha sido ratificado por las bases socialistas equivale a pedir a Sánchez una capacidad de soplar y sorber a la vez que la madre naturaleza no ha concedido a los humanos, por más que hace muchos años Pío Cabanillas, que en paz descanse, se la atribuyera a Manuel Fraga, que en paz descanse también.

Más lógico sería que, como propone Sánchez, que Podemos y las restantes fuerzas progresistas asuman las 140 medidas en las que coinciden con el acuerdo PSOE-C’s y, mediante un pacto parlamentario de legislatura, al que ya han anunciado su apoyo el PNV y CC, facilitaran con el voto a favor o la abstención, según los casos, la formación de gobierno y la aplicación de las medidas y reformas posibles y necesarias. En eso están Sánchez y Rivera. Se preguntaba el divulgador científico Isaac Asimov qué ocurriría si una fuerza irresistible chocase contra un objeto inamovible. Y se contestaba a sí mismo que eso no podía ocurrir porque si la fuerza era irresistible no había objeto inamovible y si el objeto era inamovible entonces la fuerza no era irresistible. Si trasladamos la física a la política, enseguida vemos que la fuerza irresistible es el inexorable paso del tiempo hacia la convocatoria electoral y que los obstáculos aparentemente inamovibles serán arrastrados a la flexibilidad o a las nuevas elecciones. Ellos sabrán lo que más les conviene.

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