CIS:1144-1963

«Confiemos en que esta estimada dama tenga piel de rinoceronte porque nunca antes un fotógrafo ha sido sometido a semejantes críticas». Este comentario lo publicó «The British Journal of Photography» el 19 de mayo de 1865. Un año antes Julia Margaret Cameron (1815-1879) había realizado su primera exposición, y entonces «The Photographic News» publicaba el 3 de junio «algunos ejemplos más bien extraordinarios de retrato, de estilo muy atrevido y que hollan ese terreno controvertido que puede conducir a grandes resultados o a un fracaso estrepitoso».

CIS:44:962

La muestra que se puede ver en la Sala Bárbara de Braganza de la Fundación Mapfre hasta el 15 de mayo demuestra que fue lo primero. Julia Margaret Cameron escribía el 31 de diciembre de 1864 a la persona que le introdujo en el mundo de la fotografía, el astrónomo británico Sir John Frederic William Herschel, que «aspiro a ennoblecer la Fotografía, a darle el tenor y los usos propios de las Bellas Artes, combinando lo real y lo ideal, sin que la devoción por la poesía y la belleza sacrifique en nada la verdad».

Son fotografías para electrizar de placer, para sorprenderse. Retratos en los que hace posar a sus modelos como personajes de relatos bíblicos, históricos o alegóricos. Obras que rompen las reglas, deliberadamente desenfocadas, con arañazos y manchas, con técnicas poco convencionales.

No en vano, Julia Margaret Cameron era la más extravagante de siete hermanas, hijas de un oficial de la East India Company y de una aristócrata francesa. Comenzó a hacer fotografías en 1860, en Freshwater, un pequeño pueblo de la isla británica de Wight.

Su obra llama la atención por el uso poco convencional de la luz, combinando luces extremas con sombras oscuras. También llama la atención el posado de perfil de los retratados. Y el uso de una fuente de iluminación indirecta.

La exposición consta de más de un centenar de fotografías, ordenadas cronológicamente, lo que permite comprobar la evolución de la artista.