Las noticias que vienen del Reino Unido no son buenas para Telefónica. Alex Chisholm, consejero delegado de la competencia de esa nación (CMA, en sus siglas en inglés), aconseja a la Comisión Europea que fije condiciones más fuertes a la venta por la empresa española de O2 a Hutchison Whampoa o que directamente la prohiba. Esta posición consta en una carta enviada a la Comisión Europea.
Esta venta es muy relevante para el grupo que ya preside Álvarez-Pallete, ya que de ella depende la programada sustancial reducción de deuda de Telefónica, así como el sistema de retribución a los accionistas de los próximos ejercicios. En realidad es la principal asignatura pendiente que ha dejado César Alierta, que ha sido sustituido en la cúpula del grupo la semana pasada.
La visión de las autoridades de la competencia del Reino Unido apuntan a que la cuota que va a surgir de la unión de O2 y Three -que se convertiría en el líder de telefonía móvil- requiere de más ventas para no dañar la competencia. La nueva empresa se situraría por delante de BT-EE y Vodafone.
Para que la transacción pueda ser aceptada se recomienda la venta de de más frecuencias que sirven para la transmisión de señales y de una de las redes. Pero el problema es que hasta ahora Hutchison se ha negado a desprenderse de tantos activos, y su oferta de desinversiones es sustantivamente menor.
Telefónica y Hutchison Whampoa alcanzaron un acuerdo definitivo para la venta de O2 al citado grupo de Hong Kong por un importe de 10.250 millones de libras esterlinas (aproximadamente 14.000 millones de euros) en marzo de 2015.
En este contexto, está previsto que Bruselas anuncie su posición respecto a esta operación de concentración el próximo 19 de mayo.
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