Carlos Fernández Shaw, centenario y modernismo

18/04/2011

diarioabierto.es.

En los retratos fotográficos de Carlos Fernández Shaw hay un aire de época fuera de época, una especie tierna y acendrada de mirada limpia intemporal. He querido mirar la cara al hombre antes de escribirlo, quizá porque encontrarse con un rostro siempre nos acerca más al hombre que la mera lectura de su vida. En la mirada de Carlos Fernández Shaw hay una franqueza indoblegable y también esta extraña determinación honrada de quien va a hacer su obra por encima de todo. Se cumple el centenario de su muerte en Madrid, en 1911, donde hizo su vida adulta y literaria igual que tantos otros gaditanos que creyeron el sueño de la capital para después vivirlo enteramente, como más adelante Alberti, Fernando Quiñones y Caballero Bonald.

En Cádiz estudió y ganó premios juveniles de poesía. Fue en 1883 cuando publicó Poesías, y cuatro años después Tardes de Abril y Mayo, con la tutela de Núñez de Arce, que era la poesía del momento. Estudió en Madrid Derecho, como tantos otros escritores, para luego perderse en los salones, en su plenitud entonces, del Ateneo de Madrid. Colaboró La Ilustración, El Correo, ABC, Blanco y Negro, Nuevo Mundo… Hasta 1899, cuando dejó de lado el periodismo para volcarse al teatro, en especial la zarzuela: La revoltosa, con José López Silva, El gatito negro y El alma del pueblo, escritas a cuatro manos con José López Silva. Mucha más dramaturgia, de óperas también, así como el libreto de La vida breve, con música de Falla. Carlos Fernández Shaw enseñó a la zarzuela su mayor vigor poético, con pintoresco fuste popular.

En poesía más allá del patriarcado de Núñez de Arce, forma la tríada de los pioneros españoles, antes de la llegada colosal de Rubén: junto con Ricardo Gil y el pontanés Manuel Reina, muy leídos los tres por el primer Juan Ramón Jiménez y rescatados después, mucho después, por los novísimos –recuerdo un congreso sobre Manuel Reina en Córdoba, dirigido por Jaime Siles, en 2005-, constituyen una primera llama aperturista hacia la filigrana descosida del modernismo patrio: Poesía de la sierra, Poesías del mar, La vida loca… Una pura impronta modernista final figura aún en su lápida, en el Cementerio de la Almudena: ”Cuando sueño con la Muerte / sueño también con mi tumba; / tumba de piedra sencilla, / donde me busque la luna… “. Música de palabras, nunca hemos dejado de escucharlo

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