El machismo en el siglo XXI es sibilino

26/04/2011

diarioabierto.es.

O yo no comprendo a los hombres o ellos no me entienden a mí. Vaya usted a saber. Si bien es cierto que no pasar por el aro -por su aro- les desconcierta. Mejor dicho, la contundente expresión castellana que define su estado de ánimo ante el carácter de damas indomables es que se encabronan.  Y mucho.

He de reconocer que la tipología de varones que me atraen mantiene una tendencia natural hacia el narcisismo, la vanidad y la megalomanía; es decir, está Dios y casi a la par -según su criterio- estos caballeros que me suelen rondar. Desconozco si esa predilección crónica hacia ellos reside en sus encantos o en el reto que supone someter egos descomunales, en conseguir llevar al límite a los auto-convencidos de su presunta superioridad, en guerrear contra capitanes generales acostumbrados al “mando y ordeno”, en obligar a ejercitar la réplica a los que siempre tienen la última palabra o al placer que produce competir contra los que imponen las reglas del juego. Pero incluso este prototipo de hombres, tan seguros de sí mismos, tan autocomplacientes, tan sobrados, se aturden frente a una rebelde convencida, que antepone sus intereses, que no pide permiso para actuar y que establece como norma prioritaria de su decálogo existencial hacer lo que le da la real gana. Se descolocan, se ofuscan y se desorientan ante féminas que les plantan cara sin contemplaciones y les tratan de tú a tú: desafiar a maromos que se consideran intocables provoca reforzar sus trincheras. ¿Esconde ese blindaje, inseguridad, miedo o cobardía ante la amenaza de una pérdida de hegemonía?

Los hombres contemporáneos se llenan la boca de proclamar a los cuatro vientos su conformidad con la famosa “igualdad”, pero a la hora de la verdad, ésta no deja de ser un término impuesto que se queda en los papeles. Tan modernos ellos, tan sensibles, con esa mentalidad tan abierta, creen que por repartir tareas domésticas, por equiparar roles familiares, por trastear en la cocina, por poner en práctica una paternidad responsable, por compartir gastos familiares,  por aceptar una sexualidad femenina activa, han desterrado de sus vidas el machismo de antaño. Pero en sus fueros internos -jamás lo reconocerán y lo achacarán a tópicos establecidos en la conciencia colectiva- persiste un temor ancestral, un rechazo innato hacia las hembras que manejan las riendas de su vida sin dependencia económica ni emocional de ningún tipo, que presumen sin complejos  de una autoestima que hace sombra al círculo vicioso de su egocentrismo patológico. El machismo actual es encubierto, velado, casi invisible por políticamente incorrecto, pero persevera.

Tener que demostrar permanentemente la valía en trabajos de responsabilidad, es machista.  Justificar por sistema una soltería elegida, es machista. Desigualdad de oportunidades reales a pesar de igualdad de derechos, es machista. Cuestionar la decisión de renunciar a la maternidad, es machista. Acceder a cargos por cuota y no por mérito, es machista. Deber demostrar aptitudes cuando a ellos se les reconocen virtudes sólo por nombramiento, es machista. Copar titulares sobre el acceso al poder de una mujer por su género y no por su capacidad, es machista. Sentirse incómodo ante una mujer desafiante, es machista. Castigar con palabras o actitudes implacables a las que han destacado, es machista. Reclamar disculpas por tener iniciativa y criterio propio, es machista.

Detesto el feminismo tanto como el machismo porque creo en las personas por encima del género, abogo por la conservación de la masculinidad y la caballerosidad frente a los que promueven una sociedad asexuada, aborrezco a las que criminalizan a un hombre por el solo hecho de serlo, pero cuando la neurona descerebrada de algún gallito le juega una mala pasada y soy atacada por mi libertad de acción -y de decisión-, cuando el macho alfa se pone a la defensiva por mi aversión a pedir permiso, mi Atenea se despereza para machacar a esa sesera insensata: si me llevan contra las cuerdas, es cuando peleo más fiero.

Twitter: @CarmelaDf

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7 pensamientos en “El machismo en el siglo XXI es sibilino

  1. Cierto, pocos salen airosos y con la cabeza bien alta ante ciertas disputas, más bien levantan la voz, dicen improperios con lo cual pierden toda la razón, si es que alguna vez la tuvieron, y otros simplemente agachan la cabeza y se acobardan. Aunque los hay muy divertidos…

  2. jajajajaja, el famoso dicho de: es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio, en este caso es de lo más apropiado: te veo criticando en los demas tus propios defectos. La gente que dice: «hago lo que me da la real gana», me da pavor, porque es verdad, lo hacen, a pesar de los que les rodean, que no merecen ninguna consideración para ellos. Esta noticia parece que va de machismo o feminismo y no, nada tiene que ver, va de egoismo y mala leche camuflada de ideologias revolucionarias. Me alucina la gente que siempre consigue encontrar una ideología noble para justificar sus actos.

  3. Totalmente cierto, el machismo actual es más disimulado, más sibilino, pero persevera. Es otra forma de machismo, menos arcaica, menos cavernicola, pero es más sofisticado y tiene más mala uva. Suscribo todos y cada uno de los puntos que denominas como machistas porque reflejan bien el machismo de hoy en dia

  4. IMPRESIONANTE…Me quito el sombrero. Realmente sembrado. Tanto lo que explicas como tu forma de escribir.

    Encantado estoy con tu artículo.

    Saludos.

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