Neil Young: la tormenta perfecta

19/06/2016

Luis Picabia. Mad Cool se despide con el mejor concierto de los últimos años

Fue una tormenta perfecta. Un desmadre de la naturaleza con el vértigo como protagonista. Una ceremonia telúrica que hizo que decenas de miles de almas comulgaran con el máximo sacerdote de la energía y la sensibilidad. Fue Neil Young en grado sumo. Fue el mejor concierto en muchos, muchos años, que se haya visto en Madrid. Y sirvió para despedir un festival, Mad Cool, que además de al padrino del punk, el folk rock o el grunje,  trajo a ahijados tan selectos como Band Of Horses, Woods, DIIV, Lori Meyers, L.A. o Temples.

Neil mezcló heterodoxia y sabiduría para estructurar una mágica actuación. En lugar de empezar descargando electricidad, fue creando el ambiente y la expectación, en un inicio en el que solo el, su piano, su voz y su armónica interpretaron “After the Gold Rush”. Tras cambiar teclas por guitarra acústica y  una armónica por otra, cantó “Heart of Gold” y la estremecedora “La aguja y el daño hecho”  (permítaseme la traducción por la significación del título). A continuación, más piano y ese himno a favor de una tierra que nos estamos cargando, “Mother Earth”.

Todavía en acústico , cuatro temas más, entre ellos “Out on The Weekend” y “From Hank to Hendrix” , en los que ya se ha incorporado la banda para avisar que las nubes están cercanas a descargar la electricidad. Esa electricidad que se ha ido acumulando en Neil y toda su parroquia formada por tres generaciones distintas y un solo dios verdadero. Y ahí, de repente, el momento más esperado: Neil se coloca la guitarra eléctrica y hace sonar los acordes de “Alabama” y con ellos el delirio.

La desestructura, la mima, la descoloca, y la ama, como todos amamos el turbulento y seductor sonido de las guitarras de Young. Sigue calentando el ambiente al hacer una espeluznante lectura de “Words (Between The Lines of Age)”. Pelos de punta, escalofríos, y lágrimas de muchos de los asistentes se mezclan con la ternura magnética con la que canta y acaricia la guitarra. Es uno de los momentos con más “duende” de un concierto donde los ha habido a mansalva.

Luego  “Winterlong”, la canción rescatada por Pixies y “Down By The River” y “Love is Only Love” y “Mansion On the Hill”. La actuación se va acelerando y los corazones también y llega otro de los momentos álgidos: un “Like a Hurricane” rasgador, incendiario, húmedo, como si los rayo, truenos y centellas descargaran sobre un lago de gasolina. Sublime Young.

Después, y tras un ácido recadito a Donald Trump, “Rock in the Free World”. Apoteosis. Nadie puede dejar de aplaudir y cuando Neil, que ha entrado de lleno en la orgia colectiva y se ha hecho uno entre nosotros, bota con la banda al grito catártico de Oé Oé Oé, sabemos que el milagro se ha producido y que aunque descabale horarios y ordenes de la organización va  a salir a oficiar de nuevo. Sabe que ha conseguido algo histórico y mágico y ha logrado que el y nosotros nos olvidáramos de todo, incluso de la edad, ante la tormenta perfecta.

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