Las vacaciones son sagradas. Ahora que muchos españoles se vuelven a ver las orejas muchas familias han planificado minuciosamente su periodo de descanso, pero algunas de ellas han visto esfumarse sus sueños de viajar antes de empezar a disfrutarlos.

El aeropuerto  de Barcelona estos días va siendo un caos, una compañía –Vueling- no está en condiciones de satisfacer los servicios que había contratado. Si esto pasa en una época normal los acostumbrados a viajar ya están duchos en estas vicisitudes y saben buscarse la vida, pero ver a familias enteras con su equipaje en una eterna espera por los pasillos del aeropuerto es algo más que lamentable.

Las colas en el mostrador de Vueling de unos aspirantes a volar eran larguísimas. Los pobres empleados tenían que capear un temporal de reclamaciones, unas airadas otras más educadas y algunas impotentes sin que estuviera en su mano arreglar nada. Por otra parte la atención de la compañía a los damnificados –como sucede en estos casos- ha brillado por su ausencia y sólo cuando el escándalo ha saltado a los periódicos las autoridades han reaccionado.

El tiempo es oro y el tiempo de vacaciones más. Muchos no sueñan invertir estos días de asueto con hacer turismo en el aeropuerto. A este drama se añade muchas otras molestias derivadas del mismo, pérdida de conexiones, hoteles reservados que no se podrán ocupar… en fin que la mala planificación ha propiciado que a muchas familias les hayan estropeado  las vacaciones. Incluso en el supuesto que los responsables indemnizaran a los afectados, cómo se compensa las horas perdidas de vacaciones, las ilusiones pérdidas, el mal humor que durante largo tiempo propician estas situaciones.

Para muchos es un drama que no se compensa con las sanciones administrativas que pueda recibir la compañía porque de una manera clara les han fastidiado las vacaciones.