España, en su guerra irreal

07/07/2016

Joaquín Pérez Azaústre.

España nunca estuvo en la guerra de Irak. Lo ha aclarado Federico Trillo, porque andábamos todos perdidos con el tema. Que si las manifestaciones en el centro de Madrid, los adoquines levantados en mitad de Montera como una muralla defensiva contra las cargas más violentas de los antidisturbios en años, como si el mayo francés se hubiera vuelto sangriento en la cercanía de Sol, estas son nuestras manos, no a la guerra, mientras la gente acudía a las cadenas de radio todavía goteantes a contar sus heridas en antena, poco después de haber puesto las denuncias, con las concentraciones más numerosas de ciudadanos desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco, con un casi cien por ciento de la población en contra de la invasión de Irak. Pero no os preocupéis, que si hubo guerra –esto al menos parece que no se puede negar-, España, desde luego, no estuvo por allí, ni desplegó 1.300 militares en el sur de Irak, concretamente en las provincias de Al Qadisiya y An Nayaf, por donde llegaron a pasar unos 2.600 soldados.

Así, la Brigada Plus Ultra tampoco estuvo allí, y las tropas españolas en ningún momento compartieron misión alguna con los 1.127 efectivos de Honduras –“¡Viva Honduras!”- El Salvador, Nicaragua y República Dominicana, ni tampoco hubo un complejo militar llamado Base España en Diwaniya, atacado en varias ocasiones; y si fue atacado, los españoles –que no estuvieron allí, porque, recuerden, España no participó en la guerra de Irak- tampoco se defendieron, porque Federico Trillo ha dicho que no se disparó un tiro. Los 11 soldados muertos en Irak tampoco dispararon, qué va, ni ellos ni ninguno de los cientos que fueron atacados: se limitaron a recibir metralla y a desayunar dunas, porque no olvidemos que España no lucho en Irak y que las manifestaciones fueron una ensoñación colectiva, una especie de performance urbana, y nuestros soldados, suponiendo que fueran, estaban allí para construir escuelas, jugar a la petanca, prepararse tintos de verano y extender a Oriente Medio la receta de la paella.

El informe Chilcot ha hecho avergonzarse a Tony Blair en su comparecencia ante los medios, cariacontecido, hundido en el recuerdo del légamo creciente entre cadáveres, porque por mucho que tanto él como Bush aseguren que el mundo es un lugar mejor sin Sadam Husein –lo que, viendo el actual panorama, también es dudoso, como mínimo-, porque ni él, ni Bush ni Aznar tenían derecho a enviar a una guerra ilegítima, en contra de la ONU –o sin su autorización, que viene a ser lo mismo- a unos cuantos miles de soldados no sólo a arrasar un país, y a esquilmar sus recursos petrolíferos, sino también a morir, a mansalva, entre salpicaduras de arena de desierto.

Pero no se preocupen. Federico Trillo, famoso por sus declaraciones sobre el accidente del Yak-42, siempre tan veraz, asegura que España no participó la invasión de Irak. Y él debe saberlo, porque era nuestro ministro de Defensa, o mejor dicho: el ministro de Defensa de José María Aznar, que debería ser lo mismo, y no lo fue: porque ellos no estuvieron en la guerra, España entera no estuvo en la guerra, pero toda la gente que murió, toda la población civil aniquilada, el asesinato fatal de José Couso en el Hotel Palestina, la quema de civiles, el bombardeo de mercados, de hospitales, nada de eso ocurrió: ni para Federico Trillo, ni para el vicepresidente de entonces, Mariano Rajoy, que al tiempo que España no participaba en la guerra estaría fumándose un puro real, mientras las nubes escanciadas de humo iban emborronando los nombres irreales de los muertos.

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