El alma del Majestic

29/10/2010

Gemma Ravasi (directora de Hotel Majestic & Spa).

… Me llaman de recepción, está Carmen que quiere saludarme. Es curioso cómo, para un director de hotel, este momento, que se repite varias veces al día, es sin duda una agradable cita, se crean lazos y se teje una red interminable que engrandece al profesional y enorgullece a la persona.

Me cuenta, conversamos, reímos, yo le explico y me pregunta: ¿por qué el Majestic tiene Alma?

Difícil pregunta para responder así sin más.

Hay lugares que van más allá de un edificio, de un espacio, sitios donde las personas juegan un papel vital mientras se desarrollan sus funciones profesionales. Cada uno es una parte importantísima de este todo. Hay personas que llevan toda la vida en el hotel, otras que acaban de llegar, unas que están a mitad de su camino para quedarse, otras para aprender y poder seguir creciendo en nuevos retos; pero todas son, mientras están, almas que se cruzan, que suman y que se alinean con el único propósito de seguir sintiéndose orgullosas de pertenecer al Majestic.

Pienso que en una ciudad como Barcelona donde el ritmo es rápido, la competencia alta y las oportunidades múltiples, el Paseig de Gracia es su ombligo y el Hotel Majestic la referencia, la pausa obligatoria.

Se mezclan colores políticos, personajes de todas las culturas, tendencias y pasan cosas… cosas importantes. Para muchos es su casa en Barcelona. Esto no se consigue de un día para otro, esto se cuece a fuego lento. Desde su inicio en 1918 el hotel ha sido un fiel testimonio de lo que a lo largo de la historia ha ido ocurriendo. La familia Soldevila, propietaria, ha crecido en él. Ha creído en él y lo ha mimado siempre. A diferencia de muchos otros establecimientos, donde la propiedad es un sin fin de empresas o nombres, o fondos de inversión. Aquí el referente es uno, con unos valores muy sólidos y un Alma Mater muy fuerte. Eso, querida Carmen, se contagia.

Hay clientes que llevan 70 años viniendo todas las tardes a escuchar al pianista, como el señor Rosend que a sus 93 años no ha fallado ni un solo día. Antonio Machado que vivió en el hotel o Dalí que dibujaba en las antiguas facturas del bar. Presidentes de repúblicas, de gobiernos, familias reales o gente única como el cantaor José Mercé que cuando llega dice: ¡Oh, estoy en casa! Han hecho amigos y encuentran amigos cuando entran por el hall. Algunos cambian pero siempre vuelven.

El alma del Majestic son las pequeñas grandes cosas, las sinceras sonrisas, pero sobre todo la pasión por intentar hacer que el huésped sea el mejor de nuestros invitados. Y esto no se impone, ni se aprende, sino que se siente y se respira.

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