Cuando en 2009 se estrenó en los cines de todo el mundo Star Trek, la reinvención de J.J. Abrams del universo creado por Gene Roddenberry, millones de fans en todo el mundo se dividieron entre aquellos que amaron este nuevo universo y aquellos que odiaron las vueltas y vueltas que dio el creador de Lost, Alias y Fringe (por citar solo algunos de sus éxitos televisivos) al canon trekkie. Star Trek: En la oscuridad, de 2013, no ayudó a cerrar esa herida abierta, y parece arriesgado afirmar que la última entrega de la saga, Star Trek: Más allá, que se estrena el próximo 19 de agosto en España, vaya a contribuir a ello.

La USS Enterprise, capitaneada por Kirk, se encuentra inmersa en un viaje de exploración y misión diplomática en los límites del universo conocido. Durante una parada para repostar, una en apariencia sencilla misión de rescate se convierte en una nueva lucha por la supervivencia, no sólo de la tripulación, sino de la Federación al completo, que Krall, el líder de una especie alienígena avanzada y desconocida, amenaza con destruir.

En el 50 aniversario del estreno de la serie original, Star Trek: Más allá juega como ninguna otra película del universo trekkie la baza de la nostalgia, en un intento por regalarnos una vuelta a los orígenes, cuando las relaciones entre los personajes eran lo que realmente movían la historia y las amenazas, un simple reclamo para su avance. Y digo intento porque aunque el guion está claramente encaminado a lograr eso, es precisamente esas escenas de acción (tan impactantes en Star Trek y Star Trek: En la oscuridad) las que rompen continuamente el hechizo que la historia, firmada en esta ocasión por Simon Pegg, pueda lograr en ocasiones.

Bajo la batuta de Justin Lin, director de cuatro entregas de Fast & Furious, Star Trek: Más allá se presenta como un deslavazado puzzle cuyas piezas no terminan de encajar con la facilidad con la que lo hacían en las firmadas por Abrams. Caóticas y muchas veces sin sentido, las escenas de acción restan espectacularidad a una historia que, en realidad, no necesitaba de tantas explosiones, persecuciones en moto y luchas a muerte en las que los protagonistas cambian de ubicación sin necesidad de ser teletransportados por Scotty.

Tampoco los personajes, y sus historias, se libran de una construcción que dista de ser redonda. Especialmente sangrante resulta el caso de Jaylah (interpretada por Sofia Boutella), una huérfana dura y letal que, sin embargo, acepta ser llamada “Nena” por Scotty de manera constante, sin que asome a su cara el mínimo gesto de disgusto. Kirk y Spock, atenazados los dos por su deseo de abandonar la Flota estelar, tampoco se salvan de la quema en una película en la que se erigen como protagonistas dos de los tradicionales secundarios, Scott (interpretado por el propio Pegg, que sin duda se ha guardado lo mejor de la película para él) y Bones (con un Karl Urban más divertido que nunca). Ni termina de cuajar la interminable historia de amor, estilo ahora sí-ahora no, de Uhura y el segundo de a bordo, que sigue enfrentándose a su dualidad humano-vulcaniano sin que esta vez aporte nada nuevo ni a él ni a la historia. Pero es quizá el desperdicio de talento de Idris Elba, en su papel de Krall, el que duela más.

Donde sí triunfa Star Trek: Más allá es en los homenajes a la saga original, que demuestran un innegable cariño por el universo creado por Roddenberry. Un mérito que, sin embargo, nos obliga a preguntarnos en qué momento se torció la que podría haber sido una gran película, si hubiera sabido encajar por fin los mejores elementos del original y los mejores de esta reinvención nacida hace 7 años. Quizá sea el guion de Pegg, que olvida equilibrar momentos estelares, o quizá la pobre ejecución de Lin, que parece confundir naves y alienígenas con coches de carreras y mercenarios, hasta conseguir una mezcla imperfecta que bien podría llamarse Trek&Furious.

Star Trek: Más allá se estrena el 19 de agosto en toda España.

Ver tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=TwE6fh831nY