Rajoy liquida a Rajoy

31/08/2016

Luis Díez.

Las palabras tienen importancia en su contexto, por lo que no estaría de más recordar algunas de Mariano Rajoy en un contexto similar al que ahora protagoniza como candidato a la investidura para proseguir como presidente del Gobierno después de ocho meses en funciones. El 2 de marzo, tras negarse a asumir su responsabilidad como dirigente de la fuerza más votada, tildó de “bluf, farsa, vodevil, rigodón, comedia de enredo y ejercicio de demolición iconoclasta”, los esfuerzos realizados por el socialista Pedro Sánchez para sumar apoyos a la investidura. Consiguió el acuerdo con Ciudadanos, pero no obtuvo el de Podemos. Rajoy, con 123 diputados en aquel momento, se burló ampliamente del pacto entre el PSOE y C’s comparándolo con el compromiso de Caspe y el de los Toros de Guisando. Incluso se rió con David Cámeron de que las nuevas elecciones en España y el referendo británico sobre la salida o permanencia de Reino Unido en la UE pudieran coincidir el mismo domingo de junio.

Ahora, en su discurso de investidura de ayer, martes, 30 de agosto, Rajoy, con 137 diputados y el apoyo de 32 de C’s y uno de Coalición Canaria (170), considera urgente y necesario que España cuente con un gobierno cuanto antes. Entre sus frases más presurosas vale destacar las siguientes: “No podemos seguir jugueteando con la crisis”, “no existe más alternativa que la mía”, “cualquier otra alternativa sólo serviría para desafiar a las instituciones democráticas”. Aparte de ese énfasis deslegitimador de los nacionalistas catalanes y de Unidos Podemos que, según Rajoy, atacan directamente la unidad de España y la soberanía nacional, que data del día de San José de 1812 en que, al grito de ¡Viva la Pepa!, los españoles dejaron de ser súbditos del rey para convertirse en ciudadanos, el candidato ha ofrecido todos los pactos de Estado que figuran en el acuerdo con C’s para tentar al PSOE a abstenerse y dejarle pasar.

Son cuestiones muy importantes que, de hecho, permitirían a los socialistas gobernar desde la oposición. Estamos hablando de las pensiones, la educación, la probidad frente a la corrupción, el sistema electoral, la descolonización gubernamental y partidista de las instituciones y corporaciones públicas, la financiación autonómica y la erradicación de la violencia de género. Pero son asuntos que con Rajoy o sin él han de abordar igualmente. El inconveniente es que él no tiene credibilidad ni capacidad integradora después de demostrar con los hechos hasta donde ha podido llegar por razones partidistas. No han sido sólo los recortes presupuestarios para reducir el déficit público y obtener financiación, ni la reforma laboral para ganar competitividad a costa de los salarios. Ha sido la tensión con los gobernantes catalanes y la precarización del bien superior de la unidad, que ahora invoca para que le voten, los que invalidan su discurso.

Rajoy se lo ha puesto fácil al socialista Sánchez quien, sin hacer befa del pacto PP-C’s, ya le ha dicho algo tan sencillo como que si hay terceras elecciones es porque alguien quiso que hubiera segundas y que quien es el problema no puede pretender ser la solución. Si no consigue la investidura será por su incapacidad para atraer el apoyo de sus afines ideológicos nacionalistas vascos y catalanes que, en cambio, no sólo se abstuvieron sino que votaron a favor de la mayoría de centro-derecha en la Mesa del Congreso. Hubo un momento en los oscuros arquitectos del futuro mapa político pensaron que podían laminar al PSOE, desdibujar la socialdemocracia como en Alemania y sustituir el papel de los nacionalistas en la gobernabilidad del país por un partido de centro liberal. Se equivocaron. Tras el fracaso cantado de Rajoy, el candidato siguiente, aunque sea el propio Rajoy, como él ha dicho, deberá modificar sus planteamientos empezar a admitir que sin los nacionalistas no es posible gobernar.

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