Visiones del 1 de Mayo

05/05/2011

diarioabierto.es.

Llevar ya tantas campañas o más que Viriato no me evita ciertos rubores que van más lejos aún de aquellos que se derivan de las visitas a los mercados de los candidatos con el fin de intercambiar con el charcutero impresiones sobre la evolución del IPC en el chopped. Hablo de estos políticos que, tal debe ser su espíritu olímpico, sólo cada cuatro años se acuerdan de lo que pasa en la calle. No todos lo son, cierto es, pero tan veraz o más resulta constatar que sólo la cercanía de las urnas es capaz de delatar la infinitud del desparpajo preelectoral. En este escenario he de admitir que, desde la clonación de la oveja Dolly, tiendo a la confusión tanto o más que Dinio en una noche sin luna.

Por ello todavía no he acertado a discernir si lo que pude ver en el 1 de mayo se compadecía con la realidad o, por el contrario, una cámara oculta vigilaba ese derecho a la estupefacción que, al menos, es tan respetable como el derecho a la manifestación de cada ciudadano. En consecuencia,  no se trata de vetar a nadie, faltaría más, sino de escudriñar entre las meninges para saber a qué obedecían las nada discretas presencias en las pancartas de quienes comulgan con la política económica de Zapatero cuando de lo que se trataba era de clamar contra la reforma laboral, la de las pensiones, los recortes salariales a los trabajadores o las amenazas sociales de todo pelaje.

Por más detallar, uno, exactamente, no acierta a dilucidar en cuál de todas esas tropelías no estaban de acuerdo ya que, hasta la fecha, el mutis por el foro, cuando no el ferviente apoyo, han sido las señas de identidad frente a aquello contra lo que, precisamente, los asistentes despotricaban. Por lo menos lo hacía esa inmensa mayoría que parece ajena a ese efecto amnésico que tienen algunas fotografías corales ante los medios de comunicación entre los líderes sindicales y los compañeros fijos discontinuos en la lucha obrera.

Si uno fuera mal pensado atribuiría este viraje al afán de sacar algunos votos de los mismos bolsillos que antes se sacaron un buen puñado de euros para sufragar, a través de las nóminas de los asalariados, los desmanes de quienes siguen ganando millones a espuertas. Algo que no es óbice para que, al mismo tiempo que rumían unas peladillas en Moncloa en las veladas que les dispensa don José Luis, sigan pidiendo más ajustes para los demás con el fin de quedarse más a gusto ellos.

Eso, decía, sólo en el caso de que  fuera malpensado. Mas, como soy de natural cándido, he de colegir que el fulgor izquierdista, la luz revolucionaria, ha iluminado con especial incandescencia al candidato Gómez hasta el punto de amenazar con crujir a los bancos a impuestos sin necesidad de desdecirse de esa ultraradical propuesta que fue en su día quitar el impuesto de patrimonio. Puede que estas cosillas se antojen dispersas o poco coherentes, pero no hay reticencia que no se disipe con un buen cartel colgado en el balcón.

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