La obra ‘Cuerdas’, presentada el pasado martes en el Teatro Lara de Madrid, en la pequeña sala off, recrea el viaje trascendental de tres hermanos convocados por su padre, tras una larga separación. Con un premiado texto de Bárbara Colio, la acción de este fraternal periplo transcurre entre aeropuertos, salas de espera, interiores de avión y otras localizaciones repartidas por medio mundo, que los hermanos deberán atravesar para reunirse con su progenitor, un artista del alambre del que no guardan un grato recuerdo.

Con tal cañamazo argumental, el director Juanma Gómez ambienta el viaje de sus tres protagonistas con diferentes recursos sonoros, básicamente algunas voces en off, además de los avisos de los diversos lugares y medios de transporte que van apareciendo en escena, además de una escenografía muy sencilla que apenas pasa de tres sillas, que cambian de ubicación en función de las necesidades de la trama.

En este punto, cabe plantear un primer problema. ¿Aportan algo esos sonidos? En mi opinión, no. Al contrario, esta ambientación con elementos sonoros estorba a la obra, resta en lugar de sumar, y hurta a mi entender las posibilidades de excavar en el auténtico tono que esconde el texto de la mexicana. Que no es comedia, sino drama, aunque tenga visos cómicos.

Una propuesta alternativa hubiera buceado más en el carácter de la obra como un viaje interior. Una puesta en escena más neta, limpia de todo lo accesorio, hubiera favorecido ese cierto grado de abstracción que pide la obra en mi opinión, lejos del realismo.

También relacionado con el tono, otro aspecto se resiente además en la propuesta. La obra se monta a ritmo de comedia. A pesar de que por ejemplo las risas del público – inexistentes, más allá de los incondicionales – aconsejen otra cosa. Fruto de esta elección, la obra aparece como precipitada. Los actores, obligados a correr, dejan caer sus textos sin la debida calma, con la salvedad de los monólogos, las partes más lucidas, donde la dirección sí ha acertado con el tono y el ritmo de la obra.

Atados a la comedia

El error en la clave se manifiesta también en la interpretación de los actores, especialmente de Héctor González, sobre quien recae el papel del hipersensible, verborreico e hipocondríaco Paul, el más jugoso, a pesar del ya tópico arquetipo woodyallenesco sobre el que toca. Así, la interpretación de González, a pesar de las excelentes cualidades que se le adivinan, queda corta y sin relieve. Aplastada por las prisas. Y atada a la comedia.

Por lo demás cabe mencionar también el trabajo del resto de actores, tanto la interpretación de Miguel Rascó, quizás la más acertada, en su papel del hermano pequeño Prince; como la de Pablo Castañón, cuya composición de Peter, el hermano mayor, deja al público con las ganas de asistir a una exploración más alejada de la tensión, que incida sobre el lado más amable de su registro.

Este ritmo acelerado, más propio de una comedia pura, dificulta en suma la asimilación de la propuesta por parte del público. Aun así, la obra estrenada esta semana en el madrileño Lara, se ve con agrado, a lo largo de los 70 minutos que viene a durar la función. Y así lo premió el público, con un largo aplauso compartido por el director y los actores en el escenario de la pequeña sala off.