‘Ilíada’ y ‘Odisea’, el mito y la furia

11/11/2016

Luis M. del Amo. El director José Luis Arellano triunfa con su montaje del relato fundacional griego a cargo de La Joven Compañía

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Imagen: Javier Naval (La Joven Compañía).

La Joven Compañía es un proyecto muy meritorio que está logrando atraer al público más joven al teatro. Desde hace cuatro años, decenas de institutos desembarcan a las puertas del Conde Duque, en busca de los montajes de clásicos españoles, como ‘Fuenteovejuna‘, o de jóvenes autores contemporáneos. Un proyecto público en el que su director, José Luis de Arellano – uno de los fundadores, junto a David Peralto –, se atreve ahora con Homero y su doble mito fundacional, ‘Ilíada’ y ‘Odisea. Y acierta de pleno.

Con adaptaciones de Guillem Clua y Alberto Conejero, escénicamente ambas obras se organizan en un espacio compuesto por un círculo central y unas gradas al fondo. Y poca cosa más, salvo unas sombras chinescas y una pantalla central con algunas proyecciones. El resto es pura austeridad. De esa manera, Arellano logra concentrar la atención en el intrincado mundo mitológico heleno. Los jóvenes intérpretes, todos ellos menores de 26 años – se muestran perfectos, tanto en su trabajo corporal, como – ojo – de voz.

En mi opinión, ‘Iliada’, el canto guerrero fundacional griego, se revela como el más logrado de los dos. La versión de Clua prolonga el papel de personajes femeninos, como Helena y Andrómaca, valiéndose incluso de fragmentos de otras obras, como La Orestiada y La Eneida. Es un canto a la paz. Pero es en los pasajes bélicos y en aquellos donde muestra las consecuencias de la guerra donde los jóvenes intérpretes rinden su mejor papel.

El público, encandilado por el espectáculo, asiste complacido a los vericuetos de la trama. Las luchas se estructuran como una especie de danzas, que huyen del esteticismo pero resultan eficaces y bellísimas. Y que muestran los conflictos del colérico Aquiles, del temible Héctor – inolvidable –, y del plantel de personajes que interpretan estos quince actores, que se muestran siempre conectados, siempre precisos, al servicio de la obra. Y que componen, en fin, escenas tan bellas como aquella en que Patroclo es llevado en volandas por el fragor de la batalla, que resulta absolutamente memorable. Plena de emoción. Magnífica.

Pero aún hay más. Apenas media hora después, La Joven Compañía retorna al escenario – en las sesiones sabatinas en el Conde Duque madrileño – para seguir con el mito, esta vez con ‘Odisea‘, la segunda parte de la historia. Representa en esta ocasión el montaje el viaje de Ulises, y la peripecia monstruosa que el de Ítaca deberá afrontar para volver a encontrarse con Penélope y su hijo, Telémaco, que gana papel en la versión. Con los mismos medios, la propuesta de Arellano sustituye esta vez aquella inspiradísima coreografía bélica por una balsa donde Ulises y los suyos luchan contra el Cíclope, las sirenas y todo aquello que les sale al paso. Aunque la versión de Conejero resalta la belleza del texto homérico – “la aurora de rosados dedos”, creo sin embargo que la poética del viaje de Ulises conecta peor con el ímpetu juvenil de una compañía que se muestra en sus trabajos cada vez más certera.

Un verdadero acierto. Y la prueba definitiva de la consolidación de La Joven Compañía. No se la pierdan.

‘Iliada’ / ‘Odisea’; hasta el 26 de noviembre, en Teatro Conde Duque.

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