Lorca/Japón

12/05/2011

diarioabierto.es.

Pensando en la tragedia de Lorca y en Japón, las comparaciones son odiosas. Son odiosas, ¿por qué? Vivimos comparando. Todo nuestro sistema es referencial, y cualquier referencia es comparativa. Desde el inicio de los tiempos, en las comparaciones se han formado todos nuestros avances hacia el mundo; no sólo el de hoy, sino el de siempre. Cada vez que escucho a alguien decir que las comparaciones son odiosas, me pregunto precisamente esto: odiosas, ¿por qué razón? Uno sabe que el Quijote es mejor novela que cualquier engendro de Dan Brown precisamente porque puede compararlos, y de esa comparación, justamente, surge el conocimiento. Uno sabe que prefiere una comida a otra únicamente porque puede compararlas, y contrastar también sus distintos efectos sobre nuestro organismo. Uno comprende que prefiere una mujer a las otras, exactamente porque de esa comparación, feliz, gozosa, surge la precisión venida en los espejos, su luz viva. Comparar es saber, comparar es vivir y también es ser libre.

Viene todo esto a cuenta de que las comparaciones entre el terremoto de Lorca y la tragedia en Japón no es que no sea odiosa, sino que es necesaria y clarificadora: ¿cómo va a ser lo mismo un seísmo brutal que arrasa la superficie de un país, causa miles de víctimas y desaparecidos y casi desata un holocausto nuclear, que un terremoto mínimo con diez muertos tan dignos de ser recordados, queridos, llorados, como los otros miles, sí, pero diez solamente?

Causa cierto pudor la aplicación de algunos adjetivos: sobre todo, “dantesco”. Últimamente, por desgracia, con todas estas tragedias naturales, asistimos al triunfo verdadero de Dante. Sin embargo, con lo visto en Japón, utilizar “dantesco” para lo sucedido en Lorca no sólo es excesivo, sino también algo inmoral; sobre todo, teniendo en cuenta que desde el 11 de marzo ha habido en Japón nada menos que 444 réplicas del seísmo, equivalentes todas, y cada una de ellas, al terremoto de Lorca. Quiere decir que en Japón, además del desastre con un rasgo exterior de Apocalipsis, ha habido nada menos que 444 Lorcas distribuidos en réplicas, y nadie se ha quejado ni ha levantado, que se sepa, la voz. En Lorca han reaccionado, eso sí, con la misma entereza que en Japón, y la coordinación institucional ha sido pareja a la actitud cívica de solidaridad y ayuda. Todo esto es comparación, pero nunca es odiosa: no hay otra manera de saber.

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