España desconoce el consumo exacto de metadona para deshabituación de drogodependientes

18/05/2011

José María Fernández-Rúa.

Los neurocientíficos saben desde hace tiempo que el cerebro de la mujer funciona mejor para determinadas actividades y el del hombre para otras. Lo que, en principio, fue una simple sospecha por parte de los maestros, en las escuelas, ahora está comprobado científicamente con ayuda de los avanzados ingenios no invasivos de exploración cerebral, como la tomografía por emisión de positrones, la magnetoencefalografia o la resonancia magnética nuclear. Así, diversos estudios en el pasado concluyeron que en la mujer funciona antes el cerebro izquierdo, el del lenguaje, y en el hombre el derecho, el espacial. Las niñas suelen tener el cerebro activo hacia los dos años –como recuerda el profesor Hugo Liaño, jefe del Servicio de Neurología del hospital Puerta de Hierro, de Madrid- , mientras que el de los niños esto no se produce hasta que cumplen cinco años. Además, los varones tardan dos años más que las niñas en establecer su preferencia manual.

Así como en las tareas de procesamiento verbal, o sea del lenguaje, el cerebro femenino es superior, en numerosas investigaciones se ha demostrado que el cerebro masculino es mejor en la cognición espacial, en la computación y razonamiento aritmético y en las tareas visuo-espaciales, sobre todo en aquellas en las que el cerebro utiliza la memoria visuo-espacial.

Centrándonos ahora en el cerebro de los toxicómanos, el de los adictos es diferente al de los que no consumen drogas, fundamentalmente porque su uso prolongado origina una serie de cambios en las funciones cerebrales que persisten hasta mucho tiempo después de abandonar el consumo de sustancias adictivas. Hay evidencias científicas de que ciertos fármacos compensan o incluso mejoran los cambios en la capacidad de producir el neurotransmisor dopamina, ya que su relación con el consumo de estas sustancias se apoya en evidencias científicas. Como ejemplo, tenemos que la cocaína bloquea una enzima cuya función normal es absorber la dopamina que descargan las neuronas y, de esta forma, da lugar a un aumento generalizado en el cerebro de este neurotransmisor.

En este contexto, hace catorce años aproximadamente que en Estados Unidos se demostró después de un intenso y pormenorizado ensayo clínico con más de diez mil voluntarios –todos ellos adictos a diferentes drogas- que la terapia prolongada con una sustancia denominada metadona es el instrumento terapéutico más eficaz en la deshabituación de los toxicómanos. Curiosamente, el estupefaciente sintético metadona fue descubierto por investigadores alemanas durante el transcurso de la II Guerra Mundial.

En España se estima que hay unos ochenta mil pacientes drogodependientes incluidos en los programas de mantenimiento de metadona, con un consumo aproximado de 1,8 toneladas cada año de esta sustancia sintética. Y digo que se estima, porque no existe un registro nacional del número de pacientes incluidos en programas de mantenimiento con metadona, como tampoco hay un registro nacional de la dosis media diaria utilizadas por paciente. La situación es anómala, ya que España está adscrita a la Convención Ünica de Estupefacientes de 1961 y, por tanto, está obligada a realizar, con carácter jurídico, un control exhaustivo sobre los procesos de producción, comercio y consumo de metadona.

Somos prácticamente los únicos en el ámbito de la Unión Europea que seguimos utilizando la fórmula magistral para fabricar la metadona en las farmacias hospitalarias, boticas autorizadas y centros acreditados, con las importantes limitaciones de este proceso, como riesgo de contaminación bacteriana y garantía de buenas prácticas de fabricación. A esto hay que añadir que, en su consecución por medio de fórmula magistral, los excipientes y la concentración difieren entre Comunidades autónomas e, incluso, dentro de una misma autonomía.

¿ Y que hacen en Europa? , pues utilizar metadona en solución oral, fabricada industrialmente, como eptadone. La Agencia española del Medicamento aprobó esta metadona sintética, que no necesita conservarse en nevera y, lo más importante desde un punto de vista social, que con ella se aplica el principio de equidad al ser una medicación registrada y se garantiza la homogeneidad del tratamiento en todo el territorio español. Sin embargo, no está financiada por el Sistema Nacional de Salud, a pesar de que el coste tratamiento-año por paciente toxicómano es de 170 euros.

Acabo con la denuncia de algunos neurocientíficos, en el sentido de que la sociedad ignora los aspectos neurológicos de la adicción, para centrar los comportamientos adictivos en motivaciones de tipo moral, fundamentalmente, y también social. Hay colectivos en la comunidad biomédica que son partidarios de considerar a los adictos a las drogas como enfermos neurológicos, y equipararlos con los que sufren mal de Alzheimer o esquizofrenia.

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