La primera exposición que se realiza en España del fotógrafo norteamericano Lewis Baltz (1945-2014) es una magnífica oportunidad para conocer la evolución de una fotografía que, en la línea del grupo New Topographics, desmonta la visión idealizada del paisaje tan habitual en EEUU para mostrarlo como resultado de la intervención humana.

Baltz, fotógrafo precoz (comenzó a los 12 años), retrata las ciudades, el paisaje usado y gastado de los suburbios. Muestra el urbanismo como la materialización del poder, que es siempre ideología. Capta la sensación de abandono, de ocaso, de callejón sin salida, de la arquitectura de California. Ese minimalismo de los edificios, la modernidad economizada y rentabilizada que elige formas cúbicas y banales simplemente porque eran más baratas de construir.

La obra de Baltz muestra la transformación de un paisaje tras la intervención humana: la especulación, que rima con la desertización. El desorden, el caos, los desechos que dejan la agresiva intervención humana sobre la naturaleza.

Pero también reflejan sus fotografías (la Sala Bárbara de Braganza de la Fundación Mapfre en Madrid muestra hasta el 4 de junio cerca de 400) que los medios de comunicacioón generan una hiperrealidad, por lo que no es posible distinguir entre el hecho y la simulación mediática.

La última etapa de la obra del fotógrafo norteamericano se centra en la ciudad como máquina de deseo y de poder, en el espectáculo de la vigilancia, la intrusión en la intimidad, que genera una nueva forma de sumisión, la docilidad del cuerpo ante el control