La Plaça Catalunya estaba repleta la medianoche del jueves. Un ordenadísimo caos presidía todos los rincones de la plaza. Muchos carpas ordenaban las distintas tareas –desde la limpieza hasta los servicios de difusión, hasta la recogida de avituallamientos o su distribución- al tiempo centenares de pequeños grupos –mayoritariamente jóvenes, aunque también había gente de mayor edad- desarrollaban las más diversas actividades mientras en la parte norte de la plaza se desarrollaba el acto central. La asamblea de cada noche –precedida de una cacerolada que duró casi una hora- se hacía difícil seguir las intervenciones.

Esta asamblea aprobó la “octavilla cartel” de declaración de principios. Aseguran que “somos gente que hemos venido libremente y de forma voluntaria  que después de la manifestación del 15 de mayo hemos decidido estar juntas y ser cada vez más en la lucha por la dignidad No rerpesentamos a ningún partido ni asociación. Tampoco nadie nos representa”.

Antes de concluir con la declaración de que “estamos luchando –pacíficamente pero con determinación- por la vida que todos nos merecemos, Hemos aprendido de el Cairo, Islandia, Madrid” Explican que “nos une el malestar por unas vidas precarias por las desigualdades, pero sobretodo nos une una vocación de cambio, Estamos aquí porque queremos una nueva sociedad que de prioridad a la vida sobre los intereses económicos, Nos sentimos pisados por la economía capitalsita y nos sentimos excluidos del sistema político actual”.

Por otra parte insisten que son un “movimiento espontaneo, apartidista, asindicalista, pacífico y abierto” y ante las informaciones que aparecen opiniones de presuntos portavoces aseguran que “el único portavoz es la asamblea diaria, las demás declaraciones se hacen a título personal”.

Retrato de una noche

La noche era primaveral y los sacos de dormir estaban enrollados. El alcohol o las litronas brillaban por su ausencia y las preocupaciones ecológicas estaban en el orden del día: “No tiréis los platos de plástico, son reciclables” rezaba una pancarta frente al puesto donde se distribuían alimentos. Calculan que cerca de diez mil personas ocupaban la plaza, pero no hay portavoces y se preocupan mucho los responsables de que no surjan líderes mediáticos que desvirtúen el movimiento. La decisión de la Junta Electoral prohibiendo la acampada fue recibida con indiferencia. Ello no parece cambiar los planes de los concentrados y más bien se lo toman como un nuevo reto. En cualquier caso insisten en el carácter pacífico de su protesta y en la decisión de evitar enfrentamientos: la consigna es que caso de producirse el desalojo responder con la resistencia pasiva y con un “volveremos”.

Aparentemente no hay policía –una pareja de municipales están situados en una esquina de la plaza con una actitud contemplativa-, las rejas que rodean los parterres del centro de la plaza son aprovechados como aparcamiento de centenares de bicicletas, mientras cualquier lugar susceptible a colgar mensajes está lleno de frases más o menos brillantes al estilo del mayo francés.

Mucha gente se acerca, unos por curiosidad y otros como muestra de solidaridad. Recogían firmas de adhesión y muy pocos rechazaban el dar su nombre y su DNI por la causa. Tenían ya más de cincuenta mil sin contar las de anoche. El respaldo de muchos sectores de la sociedad se palpa.

La velada se prolongaba, enterada de madrugada empezaron las deserciones, pero quedaron unos dos mil que permanecieron toda la noche, unos charlando en grupos y otros tratando de dormir unas horas en su saco.